pero hago cosas y me río bastante.
Supongo que con eso bastaba.
Ahora hasta echo de menos eso,
ya no me río
ni hago apenas cosas
y es todo mucho más complicado,
como una vida que te pone encima
una losa tras otra
y solo podemos caminar
soportando toda esa carga.
Supongo que por eso me busco en otras miradas que por suerte me miran con más benevolencia y ternura
de la que podré dedicarme yo a mí mismo,
por intentar sentirme un poco más querido,
sentir que vale un poco la pena toda esta mierda de vida,
que nos tocó vivir
sin saber siquiera
en qué momento nos equivocamos al vivirla.
Y Maite me mira con todo su amor,
con ese brillo reconfortante
que emiten sus oscuros ojos,
y yo me pierdo ahí
pensando que ojalá ese instante fuese eterno
y pudiese hacer hogar esa amistad
que me salva en cada (re)caída
en la que estoy a punto de ahogarme.
Habitan en mí más demonios
de los que soy capaz de gestionar muchas veces,
y en mi mente se agolpan y golpean
frases que repiten,
como martillos repetitivos y constantes,
que valgo muy poco,
que estoy haciendo el tonto,
que por más que lo intente todo está roto,
y que no puedo cambiar a quien no quiere ser cambiado.
Y todo da vueltas ahí,
en mi cabeza
y yo lo suelto a borbotones
justo antes de ahogarme
bajo litros de angustias.
Y Maite, cerveza en mano,
clavando fijamente en mí su mirada,
se toma su tiempo,
apenas unos instantes,
y sus palabras me acarician el alma,
me consuelan,
me guían,
me salvan.
Y yo me siento feliz,
reconfortado,
y un poco más en paz con mi calma.
Y ella me abraza.
Y con eso,
ahora mismo
me basta.
Brindar por la amistad,
¿Sino por qué más brindaríamos si no fuese por amistarnos con ganas,
sujetándonos las miradas,
cruzándonos las sonrisas, las risas, las almas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario