El tiempo no cura las heridas. Solo las recubre. Las endurece. Las enquista hasta llegar al punto en que son meras costras cicatrizadas que ya no duelen. Pero no, el tiempo no cura las heridas.
A veces el tiempo se desdobla en instantes y mientras el mundo gira a nuestro alrededor la mente se escapa lejos, muy lejos, y se deja llevar por los recuerdos propios y ajenos
hasta llorar.
Porque el tiempo no cura las heridas. Solo hace que duelan un poco menos.
¿Dónde estarás?
Espero que estés donde estés no dejes de estar orgullosa nunca de nosotros. De él. De ella. De mí. De todos.
¿Dónde estarás?
Tengo miedo de olvidar. De olvidar tu voz, tus expresiones, tu risa. Tu mirada de niña risueña que dejó atrás la infancia demasiado pronto y la resucitó al vernos llegar hace ya 25 años. Y no nos cansamos nunca de vivir desde esa
y ser felices
que, a fin de cuentas,
es lo importante en esta vida.
Que bastantes penalidades se pasan como para aún encima no intentar ser feliz.
Y eso lo sabías tú bien. Que sobreviviste a un triunfo y 36 años de derrota.
¿Dónde estarás?
Te encuentro entre las líneas perdidas de una voz que se duerme poco a poco mientras olvidamos, aunque sea sin quererlo.
Te encuentro entre la niebla de los recuerdos. Con la volatilidad de un instante que se puede esfumar como si fuese humo,
o permanecer
eternamente.
¿Dónde estarás?
Nos hemos acostumbrado a estar solos, aunque las heridas ya no duelan, aunque soportemos la ausencia, pero por mucho que nos acostumbremos... El tiempo no cura las heridas.
¿Dónde estarás?
Me repito,
siempre que puedo tus historias para no olvidar. Para que el silencio impuesto no haya ganado la partida. Para no perder la poca dignidad que nos queda y hacer honor a la memoria.
Me repito siempre que puedo tus historias. Para que el olvido no cubra nuestras miradas con el color de la derrota.
La última y definitiva derrota. La única que llegará a valer la pena al final de todo. La de hacer suya la historia.
No, que nuestro nombre no desaparezca en la historia.
¿Dónde estarás?
Me repito mientras me prometo no olvidar.
Y a pesar de ello tengo miedo
a olvidar
a caer yo también en el tiempo.
Porque el tiempo no cura las heridas. Pero sí las cicatriza.
Y yo no quiero que las cicatrices tapen los recuerdos con la neblina de la duda de no saber si estos recuerdos son falsos y jamás existieron, o son realmente verdaderos.
No. Definitivamente no quiero. Y tengo miedo. A olvidar tu risa. Tu mirada. Tu forma de pronunciar mi nombre. Y tu emoción por años contenida al contar una y otra vez tu historia.
Para que perviva.
Y ser eterna.
Porque recordar es otra forma de supervivencia.
Hay que sobrevivir para no olvidar.
Y por eso a pesar de todos los golpes y caídas me he prometido sobrevivir
porque resistir es poesía
Y yo no pienso olvidar ni olvidarte.
Me lo repito una y otra vez para creérmelo y no dudar de mis capacidades.
¿Dónde estarás?
¿Dónde estarán tus pasos por el pasillo que ahora está en silencio?
¿Dónde estarán tus buenas noches y tus besos?
¿Dónde estarán todos los años que hicimos nuestros?
¿Dónde estarás?
Y miro a los lados
y veo como pasa el tiempo. Pero el tiempo no cura las heridas. Y quizás tampoco lo quiero.
No quiero olvidar así como si tal cosa tus recuerdos.
Y por eso me los grabo a fuego y me marco la piel
porque lo que vive con el cuerpo se impregna en el alma y resistirá al tiempo
porque resistir es poesía
Y tú ya eres inmortal en versos
en recuerdos
en años
en todos los instantes que recordamos y atrapamos con cuidado para que no se los lleve el tiempo.
Porque el tiempo no cura las heridas.
Y por eso me pregunto dónde estarás.
Como si lo fuese a saber.
Como si se pudiese dudar.
¿Dónde estarás?
Y yo sé dónde estás.
Estás en los recuerdos que guardamos en nuestro pecho.
Porque el tiempo no cura las heridas.
Pero aún a pesar de ello no olvidaremos
y así resistiremos.
Porque yo sé dónde estás
y tu nombre ya es eterno.
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