sábado, 3 de julio de 2021

La historia de una caída

Las vidas que no nos atrevimos a vivir nos escrutan entre las sombras de todo el tiempo que perdimos vigilando expectantes las bifurcaciones que el camino nos planteaba. En ese laberinto de tinieblas confundimos demasiadas veces nuestras propias decisiones con esas que creímos que debíamos tomar obligatoriamente y de algún modo que no acertamos a discernir bien, fracasamos en nuestro intento de ser felices.

No siempre sabemos cuál es el sendero que debemos tomar. A veces la vida nos golpea y como un pobre poeta que solo sueña con ser capaz de escribir 3 o 4 líneas puras y sinceras, nos hundimos en nuestra propia miseria que es la existencia que no acertamos a disfrutar.

Un poeta es la única criatura que recupera la visión con los años. Quizás, porque solo cuando ya es demasiado tarde, comprendemos todo lo que hemos perdido por dolor o miedo.

Hay pocos destinos más crueles y amargos que el de un artista mediocre que pasa la vida envidiando y maldiciendo a sus competidores. Puede que ahí esté la respuesta a tanto sufrimiento. En la patente certeza de la ineptitud. Dónde otros fracasan, hay quien solo sabe hundirse
más y más
en su patética miseria.

Quizás ese sea mi Sino.

Desaparecer
para siempre
como si nunca hubiera existido.

La mía, como la historia de todos los aprendices de poeta, es la historia de una maldición. Quizás sea ahí donde resida la clave de todo. Quizás sea ese el motivo por el que nunca podré ser feliz.

Solo hay final.

No hay principio.

Solo
dejar
de vivir.


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