mientras saboreaba el fruto del cielo,
podría comprenderlo
pero me negué
a ver más allá de ello,
solo intento
consumirme más rápido que el hielo,
salpicarme de reflejos
de sol y agua
y en cataratas
beberme todo el universo.
Supongamos que hablamos de ello,
solo lo supondremos,
y los trenes pasan
y el frío atenaza los dedos
y yo recito poemas,
leo libros,
y atesoro el tiempo.
Y entre todo ello encuentro el instante perdido que arranco a los relojes del desierto,
ya verás como pronto seré uno de ellos.
Un constante segundo en el viento.
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