lunes, 20 de junio de 2016

Instantáneas veraniegas

Hoy me he asomado a la ventana y olía a verano, sonreí.

Lo siguiente fue una carrera atropellada, como si temiese que la vida me pisase los talones y cuando saliese la sensación de plenitud hubiese desaparecido.

Sonreí.

Cogí el coche para acercarme hasta mi rincón de paz y enfilé rumbo a las afueras de Vigo. Mientras en los altavoces sonaba Azulejo frío de Txarrena veía pasar a toda velocidad el mundo, de fondo, el paisaje constante componía una acuarela de luz y color con las vistas del Morrazo y las Cíes, siempre a los pies de la resplandeciente Ría.

Sonreí.

Al llegar a mi destino bajé y salió del coche animada Trufa, mi schnauzer negra siempre feliz y radiante; cogí mi mochila y me senté en las rocas.

Allí, la paz es constante, y el tiempo se para. Con el sol en lo alto vuelan las horas leyendo o escribiendo, mientras Trufa se dedica a explorar la zona y dar caza a los saltamontes más osados.

Sonreí.

Nunca se me han dado bien los textos alegres, ni nada que estuviese lejos de mi estilo habitual, pero el verano está cerca y este blog se merecía algo más colorido que mi constante visión infernal, que no refleja todos los matices de mi vida.

Sonreí.

En eso ocupaba mis pensamientos mientras volvía escuchando LDS, supongo que las letras del Maresme invitan a esos pensamientos luminosos, al menos Trufa me dio la razón cuando se lo pregunté, aunque bueno, me daría la razón por cualquier cosa con tal de que le deje lamerme un rato la mano.

Sonreí.

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