"Deitado fronte ó mar escribo estas verbas"
Tumbado frente al mar escribo estas palabras,
es el amanecer de un San Juan cualquiera, en el 2016 dicen los periódicos, pero nunca he confiado demasiado en la manera que tienen de programar todo, y yo, simplemente me dejo llevar con el vaivén de las olas.
El humo de las últimas hogueras y la bruma matutina se entremezclan formando un pastoso puré que impregna todo el aire de la ciudad herculina. Por detrás de Monte Alto los primeros rayos de sol intentan abrirse paso, igual que la memoria mañanera trata de avanzar entre la maraña de recuerdos de la noche anterior.
"Escoitando no vento a voz das nosas antergas"
Me incorporo un poco y admiro el panorama. Riazor y el Orzán se asemejan a un campo devastado, la poca gente dispersada comienza a tomar rumbo en dirección a sabe dios dónde, como fantasmas de lo que fueron, como soldados que han visto lo innombrable ante sus ojos.
Intento hacer memoria, pero memoria es justo lo que le falta a este país, así que desisto en el esfuerzo, a mi mente solo acuden espejismos difusos de lo que nunca sucedió. Un chaval, de no más de 17 años se acerca a mí balbuceando algo que no atino a comprender, al ver que no le entiendo se ofusca y continúa su camino en busca de un nuevo interlocutor.
"Ecos de mil singladuras, aires de mil batallas"
Me levanto y me miro las manos, llena de cicatrices de mil batallas contra el pasado. Saben tanto de mis aventuras como mi propio corazón, y eso ya es bastante teniendo en cuenta que sigue en la izquierda de mi pecho.
El lápiz me resbala entre las manos y veo como cae, partiéndose en dos. Me miro en el mar y en él solo veo el reflejo roto de mi alma, una mirada vidriosa empañada con la triste silueta de los cristales al caer el rocío. ¿Quién nos viera y quién nos ve?
"Combatindo a ditadura nas vilas e nas montañas"
Me pongo en marcha y echo a caminar sin rumbo. Sin rumbo siempre hemos ido y puede que así deba ser siempre. Total... ¿a dónde vamos a ir si no sabemos lo que queremos?
En mi errático peregrinaje me choco con dos o tres personas que apenas logran emitir un leve gruñido. Así va este mundo, que nos da miedo gemir demasiado alto, no vaya a ser que nos descubran y nos repriman socialmente. ¿Y cómo no va a ir así? si al final todos olvidamos lo que nos enseñaron a callar y callamos lo que nos enseñaron a olvidar.
Y mientras tanto yo sigo caminando, porque no tengo otra cosa que hacer. Lástima que no me preocupe en hacer caminar a los demás a mi lado, podríamos cambiar tanto... o al menos haberlo intentado juntos.
Ahora ya es tarde y la noche se ha acabado. Puede que mañana sea otro día... eso sí, solo si despertamos.
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