viernes, 21 de octubre de 2016

Cuando me quiero dar cuenta de las cosas... ya es tarde

Siempre he sido de esa clase de persona que rompe los platos y luego intenta arreglarlos
pegando los trozos,
cuando ya todos saben que es imposible,
y yo,
iluso
intento hacer algo,
lo que sea,
pero evitarlo,
evitar el desastre que yo mismo he causado.

Siempre he sido un poco masoca
como diría Paula Montes,
con ese tipo de personalidad que invita a destruirse,
a suicidarse por los demás,
cuando ya no tiene sentido ni el rompecabezas
que tengo en la mente,
en el corazón,
en el alma.

Siempre he sido de esos que aprende un poco de todos,
de aquellos con los que me he ido topando,
aunque, egoísta,
nunca les he dado nada a cambio,
nada más que un reguero de lágrimas y pólvora
listas para explotar en cuanto yo me haya marchado.

Siempre he sido de los que se quedan la piedra en la mano,
con cara de estúpido,
sin saber que hacer cuando todo se ha acabado.

No soy buena persona,
nunca lo he sido,
si acaso una mera sombra de este cuerpo vacío,
un alma negra que vive entre las tinieblas sin hacer ruido.

No soy un santo,
ni alguien a quien adorar,
ni siquiera un triste espíritu al que admirar;
solo soy una mancha negra a la que es mejor olvidar.

Siempre he sido de los que actúan tarde,
de los que lloran cuando ya no le quedan fuerzas,
de los que desbordan cuando la bañera del llanto ya está llena.

Siempre he sido de la clase de persona que intenta arreglar el desaguisado,
lo que nunca sé es el qué,
¿mi corazón?
¿tú alma?
¿el amor?

No sé, supongo que aspirar a ser útil,
supongo que aspirar a arreglarlo
               ¿el qué?
                 No lo sé,
                                  supongo que simplemente algo.

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