como un golpe de efecto
hecho por defecto,
como un arrumaco, un beso,
como una sonrisa que se divisa ya a lo lejos.
Enfilo con calma y prisa
el camino hasta la orilla,
hasta la palabra elaborada y cosida,
como un atardecer en la Ría,
como una raya de placer que esnifas.
Esquivo cada flecha envenenada
cada golpe, cada patada,
hago mío cada susurro y cada palabra,
como sin darme cuenta ya no quedase nada,
ni siquiera un mañana.
Elijo el sol a lo lejos,
ser un ícaro de fuego
que se arroja al cielo,
un ángel, un infierno,
un sonámbulo nocturno que vive en los espejos.
Escribo la piel que pisas,
la tierra cultivada que habitas,
como un guerrero que avisa
de donde viene la próxima risa;
un jornalero de la vida.
Erizo la llama laureada,
con el estilo de una balada resucitada
que sobrepasa cada sendero, cada cruzada,
cada gota de sudor silenciada,
como la lluvia evaporada por la esperanza.
Golpea de pasada,
que ya yo
me encargaré de componer la alegría esperada.
Avanza,
avanza.
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