domingo, 24 de diciembre de 2017

Recuerdos de un quinto piso

Hace mucho que ya no escucho tus pasos por el pasillo ni tu voz al hablar sola; ya no oigo quejas de cuando rosmo, ni nadie que se ría cuando le digo lo aprendí de ti.

Hace mucho que no tengo a quien hacer batidos de fresa, ni nadie que me haga patatas cuadradas como solo tú sabías, la casa ya no huele a tarta de queso ni a tortilla de patatas con filetes empanados.

Ya no hay helados de limón y chocolate junto a la Torre, ni nadie que farde de mí con ese orgullo que se percibía en su voz mientras le brillaban los ojos.

Ya no hay nadie que me llame desde la sala para cambiar de canal, ni un beso de buenas noches y hasta mañana si Dios quiere.

Y supongo que Dios dejó de querer.
O el azar.
O la mala suerte.

Pero hoy te echo de menos
y aunque me convertiste en alguien fuerte
no sé si estoy listo para no volver a tenerte a mi lado.

Las noches son más solitarias desde que nadie me calienta la leche ni tengo a alguien a quien explicar la serie
esa del parruliño alto que es listo y tonto,
o aquella otra que vimos alguna vez en que el chaval del gorro no quería matar al niño,
pobre Jessie, que no estaba listo para ver el dolor del fin de una época ante sus ojos.

Los días son más silenciosos desde que no tengo
con quien barullar en la cocina
por no dejarme fregar,
de cómo contar mi rutina
despacio para que me entienda,
a qué forma nueva de hacer una tontería
para hacerla reír.

¿Y ahora delante de quien voy a salir desnudo del baño con el culo al aire para que se ría y me diga que un día una gaviota va a comerme el pajarito?

¿Y ahora quien me va a hablar en catalán y contarme historias de su juventud, de mis orígenes?

Aún no he publicado el libro ese con el poema bonito que te escribí;
nunca te lo leí
porque nunca te hizo falta que te dijese nada para saber lo importante que eres para mí,
para nosotros,
porque con los vigueses pareces una niña pequeña
siempre estrenando sonrisa y mirada despeinada
y Don Crispín
y Pancho Villa
y el aeropuerto
y los dinosaurios
y el monopolí
y los paseos rapeando,
y siempre lo hemos pasado bomba,
juntos.

Porque no me tenéis ningún respeto.
Pero me gusta que me tratéis como uno más.

Y ahora me voy a dormir
pensando en todo esto y en ti
un beso
y otro
y otro
y este de propina por lo bien que lo pasamos los dos.

Hasta mañana Yaya si Dios quiere
*
**
***
**** Y si no...
*****
*******
********* También.


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