martes, 12 de diciembre de 2017

Deconstruirse vale la pena si la protagonista de la historia eres tú

Me destejo como un tapiz de grises al calor de una paleta de colores,
destellos esmeraldas, zafiros y rubíes
impregnan mi mirada cuando te noto a lo lejos.

Me compongo y me despego
de sentimientos de miedo, de inseguridades, de desvelos,
de dolores de pecho al sentir el pálpito de tu corazón latiendo dentro de mi cuerpo.

Me desvisto
con ese cuidado con el que me tocas la vida
y describo circunferencias alrededor de la luna cuando noto el calor que me acuna
como una caricia de tus palabras directa al cuidado de mi alma.

Me desembarazo de los rechazos, de la tristeza, de la negatividad,
adornando de perladas sonrisas los destellos de tus amaneceres,
los sueños en los que me abrazas sin atreverme
a perturbar esa calma que es tu rostro cuando te despiertas a mi lado.

Me has salvado tantas veces que te has ganado el cielo en tierra
-como dirías tú-
y aún a pesar de ello sigo creyendo que mi poesía no podrá nunca devolverte todo lo que me has dado:
amor.

Me has protegido en tantas pesadillas que ahora las noches deslumbran más que cualquier día,
como un atardecer portugués del que emular ristras y ristras de palabras
que no logran más que rebasar la línea del horizonte,
allá donde nuestros besos se esconden.

Me has empujado
a todas las utopías habidas y por haber,
a todas las fantasías conquistadas y por conquistar,
a todas las promesas que como palabritas valen más,
a todas las revueltas que deshicieron la cama como si fuese la primera vez.

Me has desnudado la felicidad,
me has versado la piel
y me has rimado la paz    en mi mente;

Ahora yo
valiente
solo quiero luchar
por tejerte y descomponerme
todo mi amor
en rimas... deseos... y razón
de más,
jamás de menos,
para brindarte mi mano como Ariadna y y que tú seas mi Teseo:
mates a los monstruos,
reescribas los cuentos
y luego ardiendo al vernos
nos fuguemos los dos a dónde seamos eternos.

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