Te di la marca por una razón.
Se está poniendo oscuro, demasiado oscuro para ver...
He recorrido mil caminos y carreteras desiertas,
rumbos sin sentido ni vuelta
atrás
en los que mirar
hacia los lados solo era una forma de retrasar lo inevitable.
La soledad baña todos y cada uno de los poros de mi piel,
mientras el dolor supura
como regueros de sangre que expulsan todo el pus que un corazón inerte puede contener
hasta llegar al punto de no retorno,
donde ya no hay manera de retroceder sobre nuestros pasos.
Tengo heridas que no podrán curarse,
pero si suturarlas continuamente hasta que terminen por dejar marca
de todos los senderos que nunca me atreví a recorrer.
En cuanto la toqué lo supe...
Supe que nada podría detenerme.
Se está poniendo oscuro, demasiado oscuro para ver...
He vivido por encima de mi suerte
y la inevitable caída me golpeó como un tétrico baile de marionetas inertes
listas y muertas para abalanzarse sobre nuestros sueños
hasta que ya no quedase nada más
que una hilera de lápidas en el cementerio.
La desidia acecha sin consentimiento
y mi pérfido cinismo certero
no atina a comprender el por qué de tanto sufrimiento
tras esta cortina de tinieblas que es la noche frente a un paisaje que se resquebraja
en miradas hechas trizas a dentelladas,
como esas tres cuchilladas que todavía luzco en el pecho.
Tengo pesadillas que no dejarán de atormentarme,
pero intento acallarlas en este sucio baile de la muerte que es la vida
de un alma hecha trizas.
No fue nada heroico...
Simplemente sentí... Paz.
Se está poniendo oscuro, demasiado oscuro para ver...
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