lunes, 23 de abril de 2018

Nada

He sentido la nada de la que habla la astronomía
y al otro lado no había nada,
tal y como decían,
solo un vasto infinito de vacío existencial
y unas ganas irremediables de suicidarme cuando volvía a mirar hacia mi interior.

Cuando sabes que al otro lado no hay motivos, ni causas,
solo un azar irrefrenable y caoticamente ordenado,
es cuando comprendes la razón de creer en un cielo, un infierno,
y un dios que no nos ve.

Cualquier sufrimiento es mejor
que hacerse a la idea de morir en vida
y no somos nada
y nada es todo lo que quedará cuando no estemos.

Y saltar,
y arrojarse a ninguna parte,
y cortarse las venas,
y clavarse cualquier objeto punzante en la piel,
y ver
que no hay nada que hacer,
más que sufrir por toda la eternidad.

Y sangre a borbotones,
y cicatrices que supuran,
y heridas inclasificables,
y magulladuras que marcan el punto de ruptura
de un alma astillada en mil añicos
de inexorables desastres sin final.

He sentido la nada en una mirada,
en un sentimiento,
en un instante,
y por un momento
he cerrado los ojos
y me he arrojado a ninguna parte,
y creí
que era cierto
eso de que la muerte era la mejor salida,
aunque resultó no haber nada tras el velo
solo un enorme e incierto vacío infinitesimal de dolores y miedos con los que callar nuestros corazones enfermos.

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