domingo, 1 de abril de 2018

Interminables circunferencias que nos hacen buscar la salida al laberinto; desde su centro mismo

Las desilusiones de una vida se perfilan en el horizonte
y no hay paz y después gloria
si las derrotas se acumulan entre el polvo
como desaires de desastres que no encuentran razón de ser.

Sorprendí a la muerte en mi lecho de nacimiento
y la partida de defunción
quedó subrayada con fluorescente amarillo chillón.

Fecha inexacta destinada a olvidar.

Sonrisa punzante que busca cavar su final.


Calma y mañana en sortilegios atenuantes,
solo los perdedores triunfantes pueden entender la decepción de los ganadores.

¿Dónde quedan los contenedores de basura?

Los añicos del vidrio relucen en estallidos de guirnaldas verde botella
azul cielo esperanza ardiente
atardeceres vigilantes
murciélagos expectantes.


Los regueros de lágrimas chispean entre la pólvora incandescente
y cuando todo estalle en mil pedazos ya habrá tiempo para pensar.
¿Cuánto pudimos hacer
y cuánto decidimos callar?

Y puñados y puñados de luciérnagas atrapadas en la bóveda celeste.

Los reyes del pasado nos observan desde las estrellas.

Y en la cueva veremos sobre la superficie cristalina nuestra verdadera identidad
y nos enfrentaremos a nuestros miedos.

Somos lo que elegimos ser entre los infiernos,
porque ser libre en el cielo es tan sencillo que parece imposible de conseguir;

Así vamos,
que el libre albedrío es algo solo accesible para unos pocos
afortunados

de fingir vivir sin temores infundados al error de nuestras equivocaciones

y anotamos en el calendario con cruces los fallos
y con círculos los aciertos.



Poco a poco abro los ojos y me enfrento a los sueños


y me precipito al vacío
para aprender por fin a volar.

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