viernes, 23 de marzo de 2018

Los pasos reverberan sobre la grava del asfalto de un camino de tierra que serpentea hacia ninguna parte. Y a pesar de no ir a ninguna parte el caminar es firme y acompasado, como las cuadriculadas mentalidades que arrastran el infierno allá por dónde pasan.
De sur
a norte.
Ruinas y miseria quedan atrás.

Los pueblos arden como los pechos ensangrentados de aquella rosa de fuego que hoy vienen a apaciguar. Alguien tiene que imponer paz en este país de locos. Y la cruzada no ha hecho más que comenzar.

Llantos, gritos, rabia
supuran como ríos de sangre que se filtran bajo las puertas
de estos tiempos enterrados bajo el peso del tiempo.

Mejor callar que recordar.

Las miradas rotas piden clemencia ante vejaciones que no tienen final. Y los muertos no lloran, pero los vivos sí.

¿Quién desenterrará tantos cadáveres bajo la huella del olvido?

Dolor
es lo que queda cuando todo pasa de largo
y no hay nada
más
que tierra.

Recen por los vivos
los muertos ya están con Dios.


Como duele Madrid esta noche
entre escombros de esperanza

y a dónde irán ahora las ilusiones
si toda suerte y oportunidad ha desaparecido.

Que vacío en el que hemos caído
entre años y años grises de castigo
el incendio ya no se ve
pero las cenizas siguen cayendo
y no se ve nada
salvo un futuro maldito.




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