Empuña la mirada
cargada de rabia,
toneladas de patrañas
aderezadas sin ganas,
escapas del ansia
de violencia sin tregua
y los puñados de saetas
vuelan sin clemencia.
Rudas durezas
atingen al alba,
no hay calma
en las llamas;
más pura impureza
impuesta a posta
por todas las caras
la moneda se abalanza
sobre las llagas calladas
de inocuas palabras
apiñadas a montones;
borbotones de colores
rojo sangre sin flores,
dolores arañan
inesperadas almas desgarradas
sin sabores inciertos
ciertos conciertos a destiempo,
sorprende de lejos
los llantos secretos de muertos.
Catalejos a distancia,
escampa sin gracia
desgracia agraciada
desenvaina la espada
yugo de dagas desesperadas
por romper la rompiente saga
de lirios y alimañas
desterradas, salvas
de acacias desbordadas
por oleadas
de supurantes heladas desbrozadas,
ya no hay mañana
entre la decadente balada
de leyendas acunadas
en las noches sin sabia
sabiduría embarrada
en el fango del lago;
lujuria liberada de medio lado,
gorjeo descalabrado,
sinestesia sincopada de algo
que pasó de largo
a un lado
de este terrario
de terracotas calcinadas
por eras pasadas
de revueltas aguas reveladas
relevadas de su gloria olvidada;
fortuitas sartas
de fortalezas sagradas,
no queda ya saltar
que hallar final sin finalidad afinada.
Destripa la tara
de descontroladas arpiadas,
sortilegios de esperanza
duermen por fin las nanas
de cuna cuneiforme en esta larga batalla.
Descansa.
Descansa.
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