domingo, 4 de marzo de 2018

Sheard

Jugamos a las prisas con el porvenir
y sin darnos cuenta se nos acabó el tiempo,
la juventud se nos escapó entre los dedos
y el adulto que seremos nos esperaba pacientemente sentado en un banco a lo lejos.

Sonreímos tantas veces que ahora estamos a deber con la vida.

Esa es la razón -creo, y solo creo-
de que la tristeza sea como la marea
y cada pocos días y a intervalos intermitentes pero constantes
inunde todo
y tire -como un castillo de arena de los que siempre he disfrutado construyendo-
los sueños a ese precipicio que es la falta de confianza en uno mismo.

El adulto que seremos nos espera sentado,
con una mano tendida
y con la otra guardando algo
-en el bolsillo del pantalón que le obligaron a vestir-.

Pago mis deudas
y mis facturas con noches en vela
esperanzas rotas
ilusiones apagadas,
pago mis deudas
y mis facturas
y aún así me quedan por delante todos los intereses
-que se escaparon por el desagüe de la vida,
como la vida misma.-

El adulto que seremos nos espera
consciente de que ha llegado el momento de darnos relevo en la existencia.

De algún modo
y de golpe
todo se fue al carajo            -como dirían en la sudamérica que no he recorrido-

y todas las metas que alcanzar
se quedaron en una lejana línea del horizonte
sin necesidad de photofinish           
                                                   -nadie logró llegar a la hora-.

El adulto que seremos...

No es que quiera renunciar a lo que tuve,
pero es que ya no tengo nada por lo que renunciar.

El reloj ha girado más rápido de lo esperado
y el calendario marcó
con su precisión solar-
                                     Que ha llegado el momento de continuar,
por suerte o por desgracia                     es el momento-

el final de la tierna infancia
el adiós de la idílica adolescencia
el olvido de la juventud dorada

La Desaparición De La Magia.




Como ese sacrificio que tienes que hacer por el bien de la voluntad de fuego

Para que todo pueda sobrevivir

Y quizás,
algún día,
florecer

En una de esas sonrisas que se hipotecaron para seguir en pie cuando todo era ruinas de dolor.








* * *






El adulto
sacó 
la mano del bolsillo



y ahí en la palma
relucía


el último fragmento
de corazón

un pedacito de alma:



* * *




Centelleante luz del atardecer                                            -                                                     Katagena


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