domingo, 11 de marzo de 2018

Respuesta a las ruinas del castillo de la bruma

Soportamos la vida
perdidos sin vernos
todos los sueños que tuve te los regalé en un beso
y me fui
sin mirar atrás
no fuesen a arder las esperanzas entre el deseo que nos devoraba por dentro
que bello
existir
si es en tu mirada
pero la mía está muerta
pues no hay reflejo en mi alma
y la calma
se marchó sin billete de vuelta
el sendero quedó en punto final
y finalmente a descubierto
mi pecho se resquebrajó por entero
poco a poco
pero echándose encima el tiempo
¿por qué la lluvia tarda tanto en ahogar mis penas?
la alegría es una cruel mentira
y el dolor es solo la forma que toma
el color de todos los días en que ya no hay razón para existir.

Morí
por mente y por culpa
por perdón y locura
seguí caminando inerte sin corazón
y ya no hay luz a mi alrededor
la oscuridad se ha apoderado de mi voz
y las tinieblas bañan mi rol
en esta partida sin reglas ni justicia
de la mano que llevo a dónde quiera
del rumbo olvidado y desquiciado
que yace sin ser o esplendor
en este baile en la menor
de mis sonrisas desarregladas.

Adiós
a todo lo que en algún momento tuvo sentido
adiós
a todo porque sí
y ya no hay notas de piano revoloteando
y ya no hay bocas pidiendo un beso más al despedirse.

El poeta enajenado
harapiento y destrozado
camina fumándose sus pocos instantes de vida
en una ruta de salida que aboca todo al fracaso
y callado su último cigarro se consume a instantes por hora
sin hojas en su calendario
se ha terminado todo sin haberlo esperado,
y es el poeta aniquilado
el que arranca las lágrimas al son de su canción
poemas sin remitente
versos dementes necesitando esconderse
de todo lo que su rima consumió
su rostro refleja simplemente dolor
el amor de la esperanza voló
y el poeta solitario
solo camina sin tiento ni cuidado
no hay valentía en dañarse a uno mismo
pero no hay cobardía en hacerlo como castigo,
el poeta loco de suicidio
atesora la forma de dar todo por concluido
y ya no hay razón para fingirlo
su soledad es un cadáver decidido
que devora su entorno en los últimos granos de arena de su reloj.

El poeta de la mirada desgarrada
sufre condena en lo más profundo de su alma.

El poeta del adiós
supura regueros de veneno en su negro charco de paredón.


El poeta olvidado
en su último estertor
de prosa y razón
se ha acuchillado a sangre fría su cínico yo
y ha escrito con la tinta temblorosa que borbotea su corazón:
"me llevaré conmigo por delante 
con tal de no volver a causar nunca más dolor."

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