Te fuiste,
porque me viste lo suficientemente preparado
como para cuidarme solo.
Que ya no era el parrulo que era,
que había espabilado
y que ahora
debía de llenar yo la nevera de yogures.
Te fuiste,
porque reímos hasta el final.
Y siempre fue lo que quisiste,
reír tanto como para no olvidar toda nuestra juventud,
nuestra infancia,
y cuando estemos tristes
recordarte
y sonreír
guardando con cuidado esas lágrimas que se nos depositan en los ojos.
Te fuiste,
porque era el momento.
Y lo bueno es breve,
pero lo que es mejor
como lo nuestro
es eterno.
Supongo,
que por todo eso
te fuiste.
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