jueves, 25 de abril de 2019

Rompo el espejo, a ver si por lo menos tengo 7 años de mala suerte

Escribo desde lo alto de la terraza
viendo la noche muerta
la luna se ha esfumado
y solo queda vacío en esta sucia reyerta.

Tirado en la cuneta
el olvido se ha apagado
ya no quedan cantos fúnebres por los muertos
y no pierdo el tiempo intentando alcanzar los sueños.

Antes de morir vivo
y antes de hablar escribo,
trato de hacerme camino a pesar de esta caída inevitable
y no logro encontrar la emergencia para tanta entrada y tan poca salida.

El chillido estridente de mi garganta
tres cuchilladas insertadas en lo más hondo de mi cama
y el pecho sangrando a vena abierta
y la tinta que no lanzo al papel se pierde sin saber a dónde llegar.

No sé ni lo qué digo,
escribo como desorientado y trasnochado
la lata de cerveza que tengo al lado
me susurra que no busque sentido a todo el humo.

Pero alicaído y cabizbajo
supuro retazos con el cuidado
de no mancharme demasiado
cuando ya no haya tiempo con que atarme las manos.

Tenía 24 y la poesía buscaba salida,
han pasado 2 años,
y parece una eternidad de ausencias y vacíos,
sin saber si quiera como salvarme cuando me siento destrozado.

Soporto demasiadas cargas a la espalda
y es que el loco que escribe su diario
solo sopla susurros a la lluvia y el viento
y el resto es una estridencia para soportar la realidad.

La sutil levedad del ser
atormentando por llegar vivo a fin de mes,
la cuerda floja es un buen lugar
para jugar a los equilibristas.

Y trataría de sonreír a la vida,
pero solo me salen lágrimas entre la agria saliva
que escupo 4 pisos hacia abajo
contando los segundos de descanso que tardaría en llegar a la paz.

Busco una prórroga a esta sinfonía
y solo encuentro un triste miserere de insípidas soledades
puede que haya tocado fondo tantas veces que ya no sepa levantarme
y aún a pesar de todo cada día trato de hallar salvedades que rompan la vorágine suicida.

Antes de callar grito
antes de pensar escucho
trato de marcar sendero
entre tanto vaho y humo.

Tirado en la cuneta de mi vida
el miedo se difunde sobre el cuerpo
el olvido se abre paso entre los muertos
y solo quedan recuerdos que se clavan como cuchillos de veneno.

Escribo desde lo alto de la terraza
viendo la noche pasar
la luna se ha marchado
y ya solo queda soledad en mi propio recital.



A veces soy feliz a lomos de un verso indomable
y otras veces mi piel es un lugar inhabitable.

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