lunes, 29 de abril de 2019

No soñaré jamás con lograr terminar ese último cigarrillo que sigue ardiendo

Dejo que mis dedos desfilen por el teclado
como un sutil telar de disfrazados pájaros
que echan a volar cuando cae la lluvia de balas
y ya no queda sal
para desinfectar las heridas,
las tumbas se abrieron de par de par
y el último cigarrillo de la noche
se ha consumido en el fondo del cenicero,
como si alguien pudiese volver a encenderlo.

El firmamento llora en el infinito
y el sagrado corazón destila estrellas fugaces
como ángeles cayendo
y la inmortalidad no está hecha para los nuestros,
ni la oscuridad está hecha para la vida,
pero
a pesar de la eternidad
he querido echar a volar
y las alas se me han caído,
precipitándome lentamente al vacío.

Podría recitar cientos de versos envenenados
con el más tierno dolor de mi corazón,
pero ya no quedan noches para aullar a la luna,
la venganza ha caído como un telón de tinieblas sobre todo lo vivido
y nos complacemos en percibir la sangre de los muertos
y la tinta supura por las esquinas de los poemas
arrastrándose como un reguero de pólvora a punto de explotar,
triste canción entonada bajo el rayo que no cesa
nunca en morir.

E ter ni dad
dónde estás

me perdí en los senderos cubiertos de zarzas
y ya no hay castillos que levantar
ni templos a los que rezar,
si acaso cementerios brumosos entre los que escondernos
de los fuegos fatuos que surcan las noches de muertos
construyendo destino sin que podamos detenerlo.

En la nocturnidad
solo el silencio se abre paso entre el relente de la luna
y los precipicios se yerguen como monumentos
y los acantilados se levantan como si hubiesen sido eternos,
la hierba muere a cada paso
sin cejar en su empeño de arder
como las hogueras de frío de tu mirada
y los poros de la piel destripan pesadillas
como el humo que se difumina sin saber muy bien nadie a dónde va:
Si acaso importara....

No hay final,
solo otra vuelta más,
otra vuelta más,
y la vida llora de nuevo
ante las tumbas del cementerio,
seré inmortal mientras le quede aliento a esta canción,
triste castigo de dolor.

Es el último cigarrillo de una noche que parecía eterna
y que bella está Katagena ardiendo entre llamaradas negras,
no hay paz ni descanso
solo un vertiginoso vacío al que precipitarse para no seguir soñando,
despertar es cuestión de perspectivas
y yo estoy cansado de vivir,
sin prisa solo quiero dormir hasta que todo haya acabado.

A la luz de la oscuridad
creí que la infancia vivía entre los dedos,
pero ya no hay esperanza;
por favor,
no me des la mano,
solo quiero caer;
es tiempo
de caer,
es tiempo
de caer,
es tiempo

de caer,
mientras sigue ardiendo el último cigarrillo en el fondo del cenicero.

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