por senderos oscuros,
tendiendo puentes
entre miradas que me salvan.
Intento no mirar atrás,
para no tener vértigo de la caída,
pero fracaso al avanzar
sabiendo que lo que escuece
no es la vida, sino mis heridas.
Y entre tantas tinieblas
busco reconstruirme,
abrirme en dos el pecho
y refugiarme en quien nunca me hunde.
Me confunde
esta rutina de jugar a los dados con el destino,
sacar la baraja
y fingir que ni dios ni el dolor han existido.
Acariciarme el alma
sin miedo a saltar,
jugar a las prisas,
a las sonrisas,
a arderme la vida
sabiendo que quien no apuesta de más
no encuentra salidas
en esta libertad
que es el mar que abrazo en poesías.
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