Escribo de nuevo frente al paisaje que discurre delante mía a toda velocidad. Ante mis ojos los pueblos suceden y la Cordillera Cantábrica, con todo su verdor, se mantiene como una constante en la mirada. Mientras esto sucede leo Palabras en la arena.
Somos palabras en la arena que cuentan vidas de lo que nunca sucedió, mientras la marea se lleva nuestros recuerdos.
Así, ante esta perspectiva melancólica de verdes prados, altas montañas y una constante neblina que baña el ambiente por el que el coche pasa, decido escribir a Clementine una carta que llevo pendiente de enviarle desde Mayo.
Y es que ella se fue a recorrer Francia caminando durante los meses de junio y julio, aprovechando el verano. Para finalmente llegar a España y reencontrarse con su madre para finalizar el Camino de Santiago. En ese momento, con un poco de suerte, podremos encontrarnos los dos en Galicia, ya en septiembre.
Y es que la oportunidad de poder volver a vernos, después de casi dos años, me embarga de ilusión. Y pese a que tardo en contestarle siempre, estoy deseando poder verla y relatarle en persona todos estos meses de vivencias.
Aunque haciendo recuento rápido mental, siento que no he hecho gran cosa, sé que no es del todo cierto y por eso lo mejor será desgranarle todo con más o menos certera precisión, con más o menos melancólica poética de la composición; como si así, de algún modo, pudiera atrapar el instante, atesorarlo con la mano y hacerlo pequeño destello con el que iluminar nuestras miradas durante unos breves segundos de tiempo. Al final la magia de la amistad es vernos crecer junto a nuestras amistades. Soñar... A fin de cuentas. Mirar a la vida, abrazarla y sonreírle sabiendo que somos felicidad gracias a quien nos acompañan en esta vida. Y a mí, con mi gente, se me llena el cora y el alma.
- Poética de la amistad
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