Al noroeste de España y situada en lo alto de una colina en la península de la Coruña, la Torre de Hércules permanece imponente durante 20 siglos como una sombra vigilante que custodia, guía y orienta a los mismos habitantes a los que da luz.
Entre sus cimientos se funden realidad y ficción, fusionando un heroico pasado herculino (que dará sobrenombre a la ciudad) con un glorioso pasado celta; creando un vínculo mitológico entre Hércules y Breogán.
Aunque la realidad no es tan épica, su pasado romano no la empequeñece, convirtiendo a la Torre de Hércules en uno de los faros más importantes de la Antigüedad junto al de Alejandría y el único que sigue en funcionamiento actualmente.
Es cierto que este viaje que comenzó en el s. I dC no fue sencillo, corriendo el riesgo de desaparecer tras la caída del Imperio Romano y de confundirse a sí misma con un futuro de fortificaciones durante la Edad Media. No es hasta el s. XVIII cuando durante el neoclasicismo la Torre es restaurada y acondicionada con el fin de que volviese a cumplir con su uso original.
Llegado el s. XX la Torre se adapta a los nuevos sistemas de iluminación de forma que vuelve a convertirse en la luz de Coruña, guiando a todos y cada uno de sus habitantes a lo largo de sus propias singraduras, que a muchos los llevarán hasta las américas, siendo su haz fulgurante, lo último que distinguirán de su tierra natal.
Hoy la Torre no es solo un faro, sino que ha sabido adaptarse hasta convertirse en un elemento más de la ciudad, al mismo tiempo que un icono y un lugar de reunión y lecer en el que se crean día a día redes humanas e interpersonales. Manteniéndose, de este modo, la Torre de Hércules como testigo del pasado e iluminando con sus destellos nuestro futuro.
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