lunes, 16 de enero de 2017

Se pueden dar muchas razones... pero realmente solo existe una

Como bien decía Eleutheria, escribir es un acto de puro egoísmo,
no escribes por y para los demás
sino que simplemente usas la letra como una herramienta más,
un catalizador con el que liberar un poco de peso en tu fuero interno,
en tu infierno personal que te has montado por dentro,
buscando purgar todo lo que supura por debajo de tu piel,
ya sea bueno o malo,
simplemente deshacerte un poco de él.

Porque "no espero que os guste,
solo espero salvarme",
define hasta que punto el poeta del alma solo aspira a no suicidarse por dentro,
maltratando su carcasa por fuera mientras tanto,
intentando aguantar un día más a su rutinaria vida de la que no da escapado.

No todo son horrores,
sino que también hay música en la belleza que ilumina cada día,
pero el acto de escribir sigue siendo más de lo mismo:
buscar hacer tuyo lo que no lo es,
apropiarte de lugares, sentimientos, sensaciones,
darles un giro y una vuelta de tuerka
aspirando a que lo hermoso del universo pase entre la gente como un ingenio de tu cabeza,
como si fueses el artífice de plasmar el sentido de la vida
cuando no eres más que el ilusionista que juega con los espejos para reflejar;
y eso,
siento decirlo,
no tiene ningún mérito;
más que la vanidad que nos hinchan los demás al leernos.

Escribo para arrancar sonrisas e insuflar sueños en los cuerpos,
despedazar pesadillas y generar alegrías que duren hasta bien lejos,
pero no os confundáis,
la razón principal es que soy como los tiburones de punta negra al nadar,
si no lo hago me ahogo y muero.

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