domingo, 28 de mayo de 2017

Donde no hay dónde esconderse

En tierras perdidas en ninguna parte, donde no hay voces humanas en kilómetros a la redonda, la bruma se filtra por los cavernosos valles como una serpiente que engulle todo lo que se topa a su paso, mientras el sol intenta atravesar la densa capa de nubes, como rayos de luz que parecen intentar provenir de otra dimensión menos tétrica y oscura.

Las noches son de las almas en pena, y como fuegos fatuos, la tierra emana vapores de ultratumba que hacen retumbar cada rincón de estos páramos.

Nadie se atreve a entrar aquí por miedo a no salir, y así, bajo el vacío legal que levanta a su alrededor la propia civilización, estos parajes son pasto de extrañas plantas y fauna que nunca vio otra luz que no fuese el vago resplandor invernal.

En tierras perdidas no hay quien sea capaz de encontrarse, por eso las sombras son las dueñas de estas tierras que reverberan lamentos de soledad.

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