domingo, 7 de mayo de 2017

Entre álbumes de fotos yo intento reconstruir una décima parte de todo lo que nos has dado

Dice mi madre que hoy voy un poco despeinado
no le falta razón,
y ante tal lista de desastres que llevo en los bolsillos
no puedo evitar ir de tirado,
a ver si así paso un poco más disimulado por la vida.

Ella, que entiende de la vida como nadie,
y pasa por alto todos nuestros desastres,
nos mira con la indulgencia en los ojos,
como recordándonos que a pesar de todo
seguimos siendo nosotros,
y que por más que caigamos
siempre tendremos sus brazos para agarrarnos
y abrazarnos
cuando las lágrimas ya no puedan evitar salir.

A pesar de esto, ella no se rinde,
y sigue intentando que vaya mejor vestido,
que vaya más arreglado,
que vaya con una sonrisa más grande,
que hable un poco más,
que no sea tan cerrado.

Ella,
que se desvive por todos
y que sabe que tiene que cuidar de tres descerebrados,
es la que se encarga de mantener esta casa en pie,
de cuidarnos cuando estamos enfermos,
de lavarnos la mirada en la lavadora
cuando esta está velada por el barro de la lluvia,
ella,
que se duerme antes, incluso, de que acaben las series de la noche,
siempre está en pie en el instante justo
para recordarnos que va siendo hora de acostarse
que ya es muy tarde y que mañana madrugamos;
y aunque todos lo intentamos,
realmente la única que consigue expresar todo lo que la adoramos
es Trufa,
que ya antes de que entre por la puerta está feliz esperándonos,
esperándola,
buscando sus abrazos y sus palabras,
mostrando todo lo que nosotros no sabemos transmitir de forma cotidiana.

No sé muy bien qué intento hacer escribiendo estas líneas, supongo que un baile en el tiempo con el que sostener todo un castillo de instantes, un palacio para la mayor de las reinas, o mejor aún, un pequeño piso en el Calvario donde el que levantar todas las revoluciones que he admirado, todos los sueños que sigo anhelando, todos los viajes que me han brindado, y todas las tardes de invierno y verano merendando después de horas y horas jugando,
y ahí,
en el centro de ese patio de juegos,
la presidenta electa por mayoría absoluta
de esta pequeña nación que es nuestra casa,
de este pequeño rincón que con los años hemos forjado.

Una vez escribí que no estoy tan mal si alguien logra ver brillo en mi mirada,
supongo que por eso,
por suerte,
ella siempre me rescata,
y de algún modo nunca deja de hacer que mi sonrisa, aunque la muestre de forma escasa, siga valiendo la pena,
al menos mientras de vez en cuando siga volviendo a esta casa
donde el tiempo nunca avanza,
donde siempre crecí
y sus cuatro paredes siguen recordándonos,
que aquí,
a pesar de todo,
sigue latente nuestra infancia.

Porque la palabra hogar,
la lleva ella grabada allá por donde su alegría pasa.

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