martes, 23 de mayo de 2017

Un paseo por las opresiones cotidianas

Escena 1


El silencio cubre toda la habitación como la oscuridad atenuante que riega cada uno de los pliegues de las inseguridades. Entre las sombras, refugiada en sí misma para huir de un mundo opresivo que le pone listón a cada uno de los surcos de la piel, una muchacha está de pie, de espaldas a un espejo que no hace otra cosa que mostrar un reflejo distorsionado de su amor propio. Una suave ristra de acordes de piano comienzan a revolotear por toda la casa al tiempo que ANA se gira cabizbaja en dirección a esa superficie que tanto le hace sufrir cada día. Aunque se dispone a salir de fiesta los ánimos están por los suelos, tanto como la chaqueta que arrastra tras de sí en su fúnebre caminar. La autoestima es de ganadores y ella, en cambio, siempre ha sido de las que pasan sin pena ni gloria por una vida que la dio por estrellada de antemano.

Su reflejo no es más que un cúmulo de dudas que se arremolinan cobrando la forma de su sombra, todas sus culpas y fantasmas proyectadas en un doble irreal que no deja de hacerle la existencia imposible. Cuanto más se ve más se disgusta de sí misma y, cubriéndose de ropa para no dejar intuir ni un ápice de todas sus heridas internas, decide que las cicatrices del alma supuran mejor cuando nadie puede verlas.

El proceso de autoflagelación ha terminado por hoy y mientras se dirige hacia la puerta, dispuesta a afrontar una nueva noche de autoengaño, un destello fugaz surca su mente. Puede que sea ya hora de dejar de autoinculparse por no estar a la altura de las espectativas que nos imponen.Puede que sea ya hora de terminar de una vez con ese juego en el que la perdedora está ya decidida de antemano.Puede que sea ya hora de quererse a sí misma. Y cómo un relámpago que se pierde en el horizonte, decide que es el momento de volver a enfrentarse a sus demonios en una nueva batalla. Ágil, y con un ligero y rápido giro sobre sus pies, se dirige hacia el espejo, decidida esta vez a terminar con su propia sombra. Y arrojando la chaqueta ante los pies de su doble, ve ante sí una imagen luminosa, un chica brillante y segura digna de sí misma que puede permitirse todas las sonrisas del mundo al descubrirse como una mujer fuerte y con el poder de hacer todo lo que ella se proponga. Feliz, por volver a sentirse como hacía años que no recordaba, comienza a peinarse y prepararse para salir de fiesta, dirigiéndose hacia la puerta que tiene a su izquierda con las expectativas de una noche que promete todas las esperanzas que nunca había tenido.



 Escena 2


ANA está recreándose en sí misma, ajena a todas las figuras que van entrando y que se mueven al son de una música electrónica que retumba por todos y cada uno de los altavoces de la discoteca, embriagándose de una sensación de fuerza y autoestima que creía que nunca volvería a tener.

Su presencia no pasa inadvertida y pronto, entre las luces intermitentes que salpican la sala, tres miradas comienzan a taladrarla, desnudándola sin pudor alguno a ser descubiertos. MANUEL, el primero en fijarse en ella comienza a aproximarse con andares cuidadosos, ocultando con su sonrisa sus verdaderas intenciones. Pronto ambos se descubren bailando juntos, disfrutando, dejándose llevar, hasta que los movimientos del joven comienzan a cobrar brusquedad a medida que considera cazada a la presa. Al darse cuenta, ANA lo aparta y se aleja de él, topándose de bruces con MIGUEL. El segundo chico es menos sutil que el primero, y tras dos o tres movimientos de aproximación sus manos ya están intentando invadir el espacio íntimo de la joven. Esta vuelve a escapar, pero el tercero de los chavales, JORGE, ya está cortándole el paso a medida que MANUEL y MIGUEL acortan distancias reduciendo a ANA a un círculo de miedos que propicia el resurgimiento de todas las inseguridades que hasta hace pocas horas eran parte de su día a día.

Toda la escena no pasó inadvertida para NOA, una joven que, alarmada, estuvo vigilando todo lo que iba ocurriendo. Por lo que en pocas zancadas decide aproximarse para intentar echar una mano a su desconocida compañera y con un contundente y rupturista movimiento decide apartar a dos de los tres hombres, abriendo una brecha de escape para la atemorizada ANA. La situación sigue siendo desfavorable hasta que media docena de chicas deciden seguir el ejemplo de NOA y tomar partido escapando de la vulnerable pasividad que hasta ese momento estaba determinando los acontecimientos que sucedían ante sus propios ojos.

Así, mientras la música alcanza su mayor punto álgido, las luces de toda la discoteca parpadean imperturbables ante una coraza destelleante que recubre a una, ahora, empoderada ANA que, con un seguro y firme ademán, hace estallar la fuerza de todas las mujeres contra los tres acosadores que terminan por caer rendidos y derrotados ante los pies de la que en otra hora había sido su víctima.

Y tal y como el empoderamiento individual de ANA se mostró inválido para acabar con el patriarcado, una simbiótica y conjunta danza de sororidad se proyecta sobre todas y cada una de las mujeres de la discoteca que comienzan a bailar como si fuesen un solo ente, con la ilusión de construir un futuro que pueda ser cada día un poco más feminista.

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