En cada poro de mi piel te siento cuando no estás, como una quemazón constante y perenne que me recuerda a cada instante que tu presencia está a muchos más kilómetros de distancia de lo que me gustaría.
En cada brillo de mi mirada te reconozco, como una prueba irrefutable de que me haces emitir más luz de la que jamás habría aspirado a reflejar, como cuando miro al cielo y veo una luna que me baña en su frágil destello, protegiéndome a cada paso que doy por esta vida.
En cada surco de brisa que entra por mi ventana te respiro, como la libertad de hacer nuestros todos los sueños, como la poesía de los más bellos sentimientos que haces que borboteen dentro de mi pecho.
En cada rayo de sol que se filtra en mi casa te siento en mí, como todo el calor que me das con tus palabras, con tus sonrisas, con tus abrazos, como todos y cada uno de los besos que posas suavemente en mis (sin ti) solitarios labios.
En cada atardecer me pierdo por los recuerdos de un verano, como un otoño eterno y cálido que sobrevuela en forma de cientos de hojas que danzan siempre en el aire sin tocar el asfalto, como cada hora que hiciste infinita a orillas del mar (a tu lado), como cada vida que me invento en mi mente recorriendo todos los caminos empedrados, todas las callejuelas de sitios olvidados, todos los futuros que aspirar a atesorar entre nuestras manos.
En cada día te veo y en cada instante te vivo,
y solo escribiendo consigo plasmar todo por lo que siento, amo y sonrío.
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