Solo quien taladra las teclas, la tinta y las hojas, es capaz de comprender en los demás todas esas sonrisas apagadas de desesperación, esas miradas ciegas y sin luz que se saben muertas en vida, que solo buscan en los demás una palabra fugaz, una caricia, un beso, algo con lo que tirar por la vida unos días más. Como si eso sirviese de algo.
Solo quienes carecen de alma son capaces de soportar el dolor. Ellos, en cambio, ya no sienten nada, pues la suya es una fractura resquebrajada en miles de afilados pedazos que nunca tendrán recomposición. Son ellos, seres muertos en vida que no tienen corazón.
Y escriben,
escriben como si todavía quedase alguna razón,
porque era lo que hacían,
aunque ahora solo sirva para arrasar con todo con un reguero de sangre a su alrededor.
Tranquilos,
que si hay infierno,
será para dar descanso a todo este derrumbamiento interior.
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