miércoles, 31 de enero de 2018

Bosquejo a mirada furtiva de un intenso instante de colores a impresionista plano recurso

Y suena una melodía veraniega de estas de anuncio de cerveza.
Como ellos, los dos amigos, en camiseta y pantalón corto, colores claros, sonrisa radiante, mechón rebelde de medio lado; en una mano una cerveza, botellín superbock, en la otra la barandilla, verde turquesa.
La cámara se desplaza, de derecha a izquierda, en un travelling lateral lento, pero constante, que nos permite verlos perfilados con el sol del atardecer brillando en su cara, y poco a poco de espaldas. Mientras los protagonistas apoyados sobre las vistas se superponen a una luminosa ciudad atlántica en la que resuenan los pasos y risas del blanquecino empedrado lisboeta.

Y se hablan, y no los escuchamos, parecen felices, eso sí lo notamos.

Y por alguna razón nosotros también.

Parecen tener sueños que cumplir, de estos por los que vale la pena brindar y ensalzar la amistad, y el futuro, y las promesas de alcanzar las grandes esperanzas de la juventud y las metas que siempre nos imaginamos durante nuestros años de adolescencia perdidos en cualquier playa con las olas rompientes, la salitre en los labios y el sol en el horizonte de tus ojos.

Y plano medio, cortados un poco por encima de la cintura.
3/4 de sonrisa resplandeciente.
Luz directa. Difusa.
Y ellos chocan las manos, como los grandes héroes antes de cumplir grandes hazañas.
Se les marcan las venas de dos corazones que galopan atropelladamente sin dejar de volar con la imaginación.

Miradas radiantes, brillantes, como ese sol de las 10 de la noche que todavía se sostiene en pie. Sin ganas de irse a ninguna parte, salvo vivir.

Y plano general. Y ellos de espaldas. Y travelling out. Los vemos cada vez más pequeños.
Y ellos, y las cervezas que reflejan destellos de melodías estivales, y la barandilla sobre la que sostener amistades y recuerdos, y las vistas de Lisboa, y las calles empedradas, y la gente caminando, y gaviotas surcando ese azul celeste teñido de acuarelas naranjas y amarillas.

Y ellos cada vez más lejos. Y más en el fondo, resaltando sobre la forma, e iluminan con luz propia, y su sombra es alargada, tanto como la magia de ese momento.

Y la ciudad. Y el Tajo. Y los barcos. Y ellos.

Y muchos, Muchos, muchos,
                                                sueños.

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