Me siento colgando del vacío, como un hilo en constante tensión que no sabe hacer otra cosa que bailar con el viento. Leve movimiento, de un mundo que se rompe en pedazos inciertos.
¿Dónde está la madrugada que antes tanto vivía?
Entre los pasos de la acera, de las losas, de las piedras; mil ecos resonantes en el silencio impertérrito de la noche. Deambulo, loco solo a trozos, como un pedazo que recojo entre añicos del tiempo.
Los espejos se han roto todos sin que la memoria haya logrado detener nuestro recuerdo.
Que tormenta acecha en el horizonte si miro al cielo.
Me dejo llevar por miedo a seguir tropezando conmigo mismo. Como si eso fuese a cambiar algo.
La tinta se corrió en la oscuridad y la soledad salió a borbotones manchando el blanco del papel que quedaba sobre la mesilla.
Sonrío de medio lado. Que frágil juego de luces y sombras al calor del frío.
Mientras tanto todo sigue, toma y deja, sin saber que la muerte nos sigue de cerca, pisando los talones de un futuro que no existe entre los acantilados de la vida.
Y el peine del viento aprehende a sobrevivir entre la tempestad y la abrupta naturaleza que permanece, a pesar de todas las desesperaciones que golpean el mar en esta noche sin luz.
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