surcan los cristales de los espejos
levantando astillas a su paso
clavándose en los ojos ajenos
como muertes anunciadas en sus reflejos
como llantos de muertos que no encuentran
entierro para este desvelo.
Supuran las flores en la madrugada
como rosas de fuego que arden desparramándose por las aceras
el dragón ya está muerto
y la lanza se alza inerte en el cuello
el caballero sin cabeza ha ganado la partida,
pero que ironía que la ruleta siga girando
como una peonza, como un dardo,
como una bala perdida que se clava en medio del lago
y las ondas se abren en todas direcciones
circunnavegando el globo terráqueo
en un giro eterno que parece no tener final,
ya quedarán poesías cuando arda toda la inmensidad.
Estallan las batallas perdidas
como pesadillas de las que es imposible escapar
el cementerio perdido se esconde y aparece cuando no creas seguirlo
y las callejuelas se desgranan hacia un mar de plata que dibuja Sorolla
bajo las gotas de sangre de Mercurio devorando a sus hijos.
Qué cruel es este destino
por más que huyo solo tropiezo conmigo mismo.
La tormenta se cobra cada día más víctimas
y todo es caos y destrucción a su paso
como un llanto de miserere toledano perdido en algún valle lejano;
las guitarras ya lloran acordes desgarrados entre el eco del vacío que deja la lluvia tras de sí
y si por si no fuera poco
quedan solo un puñado de locos dispuestos a enfrentarse a los monstruos.
Ya no hay gloria, solo soledad;
y un puñado de pólvora dispuesta a estallar.
Lloran las estrellas con sus lágrimas de San Jorge
mientras sus brazos supuran heridas que restallan entre toda la ponzoña
que cae goteando
donde ha pisado no vuelve a crecer la hierba
y qué esperas?
solo era todo un juego sin final dispuestos a terminar cuando no pudiéramos ya más.
Mueren los sueños entre gritos desgarradores de dentelladas lobunas,
mi pecho arde por tratar de salir de su encierro
y solo los muertos se mantienen en silencio cuando Lucero del alba decidió reinar
en este baile de locos, sordos y mudos
que es el camino sin marcha atrás
hasta el precipicio del completo final.
Supuran las cicatrices de la espalda
y solo quedan un par de alas quemadas para aferrarse a algún lugar,
el sello lo ha borrado todo
y estampamos los sobres sin remitente para que el boomerang nunca pueda volver a golpearnos.
Queremos estar vivos
porque no sabemos hacer otra cosa.
La tormenta se cobra todo a su paso
qué patética existencia la que nos queda por delante,
puede que de alguna forma distante sepamos reencontrarnos,
mas mientras tanto
seguiremos caminando y pasando de largo
saludándonos cuando nos crucemos
y rezando por los muertos
en fila india de uno:
recuerda estas palabras:
la Santa Compaña siempre se cobra su diezmo de almas.
En la noche oscura
ya nada tiene sentido
ya nada tiene final
solo resta sangrar todos nuestros miedos
por ver si así nos sentimos un poco menos muertos
hasta que todo termine
y podamos descansar en paz
por siempre, por jamás.
Llanto eterno del miserere de muertos en esta danza macabra medieval.
Excelente poema..
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