sábado, 17 de agosto de 2019

Para eso están los amigos ¿no?

¿Recuerdas el primer día?
Nos sentamos en la torre del reloj
a comer helados,
reírnos
y hablar de tonterías,
a ser amigos -a fin de cuentas-
a disfrutar de los pequeños momentos de esta vida
como la salitre marina que brilla en lo alto
cuando las campanas dieron el final del día
y el cielo se teñía de rojo
como la centelleante luz del atardecer.

¿Recuerdas el primer día?
Me dijiste que no olvidase nada a partir de ese momento
y desde entonces
cuento cada una de las jornadas
hasta llegar a los 355 que hacemos hoy.
Los cuento todos.

¿Recuerdas el primer día?
Me mirabas confundido,
sin comprender bien este mundo.
Así que tras el trabajo nos sentamos en lo alto
a compartir unos helados
mientras la ciudad vivía a nuestros pies
y nos contábamos nuestras preocupaciones
porque para eso están los amigos.
Para lo que haga falta.

¿Recuerdas el primer día?
Recuerdo todos y cada uno desde aquel séptimo día
en que me evadí del sueño
y comencé a recordar quien era
en el presente que daban las campanas diluyéndose hacia el futuro
que se nos escurría entre los dedos
como granos de sal marina
brillando en nuestra mirada.





Centelleante luz del atardecer
en todo lo alto de la torre del reloj,
la vida se consumía día a día
y las sonrisas de la amistad en el horizonte ardían
siendo nuestro refugio para dos.

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