nos fascinan los tiempos perdidos,
nos enamoran las causas caídas.
Y en ese caminar entre lodos
fingimos amor donde solo hay vida,
censuramos el sexo cuando solo hay sonrisas,
y creamos un eterno rastro de interrogaciones
listas para responder entre las curvas de este camino de sueños y fantasías.
Nos enamoran las ruinas,
los campos llenos de minas,
las guerras que nunca se terminan,
los cementerios de civilizaciones que nos hablan de quienes fuimos
cuando aún nos atrevíamos a ser nosotros mismos,
no como ahora, que fingimos orgasmos, amistades y amores
por huir desapegadamente de todo lo que creímos
efímeramente eterno
hasta que las lágrimas se confundieron con la saliva de nuestros besos.
Nos fascinan las ruinas
sin ser conscientes de que son un espejo. De lo vacíos que estamos por dentro
en esta sociedad líquida en la que nadie se atreve a soñar por miedo a vivir,
por miedo a reconocer que finalmente tenemos sentimientos.
Porque ser valiente
no es solo cuestión se suerte.
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