miércoles, 1 de septiembre de 2021

Escribir es un bálsamo en primera persona

Convivo con la melancolía y la nostalgia.
Elvira Sastre



El día es gris, triste, otoñal. Todavía estamos en verano, pero es un día de estos en que esperas ver remolinos de hojas llevándose las ilusiones y una lluvia fina mezclada de nostalgia que te recuerda que se acerca pronto el invierno.

Yo estoy frente al portátil, tratando de hallar respuestas a preguntas no formuladas. A veces no nos atrevemos a preguntar lo que no queremos saber y terminamos caminando en círculos sin saber bien a dónde queremos llegar. Y si no sabemos a dónde vamos, jamás llegaremos a ningún lado. Ya lo dijo Marina.

Es día 1 de septiembre. Se acaba el verano. Pronto comenzará una etapa nueva. Ya ha comenzado realmente desde que terminó el voluntariado, pero la estaba alargando en un pause indefinido que me permitiese disfrutar un poco del sol, del calor y de los días libres en los que dejar descansar las horas en campos de trabajo, playa, sonrisas y sueños de viajes. 

Ahora todo eso se ha acabado, es hora de aceptar que toca una etapa nueva, que el verano se ha terminado y que es hora de encontrar trabajo y resignarse a una vida de monotonía, letargo y apatía. Con un poco de suerte la semana que viene trabajaré 15 días en la vendimia. Eso me produce cierta ilusión. Más como experiencia interesante y fuente de ingresos, menos como entrada en el mundo laboral. También busco cursos de monitor de tiempo libre. Me gustaría poder dedicarme a ello, aunque fuese un tiempo, como una forma de seguir viviendo los campos de trabajo y campamentos, que a estas alturas de la vida comienzan a terminárseme las oportunidades de ello. Se acercan los 30 años y todos esperan que tengas la vida atada y bien atada y a mí lo que me gustaría es seguir viviéndola improvisando de a pocos: con muchos viajes y una mochila llena de futuros y sueños. Esa sería la vida que querría. Pero la realidad me dice que eso no se puede. Y aunque yo vaya buscando algunas alternativas con las que fintar a la resignada vida real y adulta que te prometen sin otra alternativa, yo tropiezo con las maneras de esquivarla un poco. Aunque sea durante cortas temporadas. Como hice con el voluntariado durante un año, a fin de cuentas. Eso me permitió vivir viajando durante un año. Y me siento muy afortunado por ello. No siempre se tiene esa oportunidad de vivir la vida como desearías. Yo durante 12 meses, sí pude hacerlo. Y fui feliz. Al menos la mayor parte del tiempo.

Pero ahora es día 1, se acaba el verano y es hora de volver a una larga temporada sin viajes, de vidas rutinarias y de buscar nuevas metas:
 Intentaré escribir más, 
eso siempre me alivia. 
Quiero publicar otro libro,
eso me emociona.
Quiero continuar con el francés,
eso me hace sentirme satisfecho conmigo mismo.
Quiero conocer gente y reforzar lazos,
eso me hace crecer.
Y quiero pasar tiempo conmigo, con mi familia y con mis amigos,
eso me llena.



Se acaba el verano y es un día gris, otoñal, triste.
Aunque siempre hay algún motivo para seguir
solo hace falta buscarlo
y me encontraré a mí mismo.

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