martes, 10 de septiembre de 2024

Buscarte

Buscar
No es un verbo sino un vértigo. No indica acción. No quiere decir ir al encuentro de alguien sino yacer porque alguien no viene.
Alejandra Pizarnik



Explorar la infinitud de una mirada
bajo la luz de las estrellas
sentado en un banco
mientras aguardo que el tiempo se pause
que el frío no duela.

Detener el instante,
agarrarlo,
aferrarlo,
hacerlo prosa,
hacerlo poema.

Despertar al cerrar los ojos,
dormir al abrirlos,
sorprender tus palabras con el vacío sobre el que hago equilibrios.

Si yo te digo ven,
tú lo dejas todo.

Solo por eso
ya todo cobra otro sentido
mientras cosemos retales en los telares de cielos y estrellas.

Te recuerdo sonriendo,
eso es lo único que me queda.

lunes, 9 de septiembre de 2024

No hay peor dolor que el que no puedes contar

No hay peor dolor que el que no puedes contar.
Karmelo C. Iribarren



No hay peor dolor que el que no puedes contar,
ni peor pesadilla que la que habitas con tus demonios.

Batallas de enfermos,
de locos,
de cuerdos inciertos
que cometieron errores que se ríen de nosotros.

No puedes hacer más que mirar atrás,
consciente
de que nunca podrás contar esa verdad
que te consume el corazón,
que te quema el alma,
que te envenena y nubla la mirada.

Y es que no hay peor dolor
que el que no puedes contar
por mucho que creas que el ayer ya no existirá en el mañana.

Habitando vidas no vividas que no me atreví a vivir

A veces echo de menos a las novias que no tuve.
Karmelo C. Iribarren



Solo eso,
tampoco mucho más que añadir.

Decir
que me siento frente al mar,
frente a la inmensidad,
frente a una ventana

mientras el paisaje se mece, se acuna, se desplaza

y mi mente reconstruye vidas no vividas
con todos los amores
que una vez renuncié a cuidar

por miedo,
por ser conmigo sincero,
por estar donde debía estar,
por no atreverme a vivir esa nueva oportunidad,

y echo de menos a las novias que no tuve


Viviendo en otras vidas en las que cobraba un nuevo significado la palabra libertad.

Sálvate a ti mismo

A veces ya no queda nada que salvar,
salvo a ti mismo.

Karmelo C. Iribarren



A veces ya no queda nada que salvar,
salvo a ti mismo.

Qué frase más certera
para cuando se derrumban los espejos,
nuestros reflejos se hacen añicos
y solo quedan pedazos inciertos de recuerdos que nunca vivimos.

Cuando los templos queden vacíos,
cuando la vida se apague como un soplo,
cuando ya no haya sonrisas en nuestros rostros,
cuando la risa deje de sonar como un río.

Será entonces
cuando sepamos
que ya no hay más salida
que la de salvarse a uno mismo.

Y es que si nadie más está
¿quién estará para nosotros
más que nosotros con nuestros silencios y vacíos?

Tristes destrozos de lo que un día fuimos.

Sálvate,
sálvate a ti mismo.


A veces ya no queda nada más que salvar,
salvo a nosotros mismos.

¿Qué queda del amor?

Qué rara 
suena 
a estas edades 
la palabra 
amor.
La dices,
y no sabes
si te engañas
a ti mismo,
o a ella,
o él
a los dos.

Karmelo C. Iribarren



Sútil juego de sutilezas
el saber si sigues amando
o simplemente te dejas
a ti mismo
llevar
por la corriente de la vida,
por la escalera social.

¿Te amo?
¿Me amas?

Es incuestionable que sí,
que hay amor,

¿pero basta con eso?

¿No importa más la intimidad,
la confianza,
la comunicación?

¿El deseo en la cama,
la pasión bajo el edredón?

Que sí,
que te amo,
que me amas.

¿Pero qué fue de sentir la ilusión?

Esa energía de la nueva relación.

Que ya no existe.

Que ya no existirá nunca.

Que se esfumó como se esfuman los sueños.


Y mientras tanto seguimos
porque... ¿por qué no?

domingo, 8 de septiembre de 2024

Historias de autobús

En el bus las mismas personas.
La señora que lee un libro en el asiento del final de espaldas al conductor, justo al lado de la puerta para que vuele, al abrirse, su imaginación.
Cerca las dos chicas de pelo teñido de colores llamativos y piercings.
Una madre y su hija.
La señora que sigue llevando mascarilla.
Yo mirando por la ventana la vida.
La lluvia cayendo como una impenetrable cortina.

Días de rutina.

jueves, 5 de septiembre de 2024

Obsesionado con permanecer frente al paso del tiempo

Me obsesiona el paso del tiempo,
el constante descenso de la arena que se filtra y escurre entre los dedos sin yo poder hacer nada.

Me obsesiona el paso del tiempo,
la incapacidad para atrapar el efímero momento,
la fugacidad del instante,
la necesidad de arder intensamente
hasta consumirme
consciente
de que es lo único que me queda
ante la frágil infinitud de la vida que se apaga
sin yo poder remediarlo.

De eso un poco va todo,
mi vida,
mi poesía,
mi existencia,

de permanecer
cuando todo se esfuma entre difusas ruinas.

Me obsesiona el paso del tiempo,
el olvido,
el silencio,
la desaparición de los recuerdos,
la muerte,
el final definitivo cuando ya nada quede de nuestros restos.

Me obsesiona ser incapaz de atrapar el instante mientras me voy consumiendo.


Quizás por eso escribo.
Quizás por eso exprimo al máximo mi camino.
Quizás por eso me revelo contra cualquier destino predefinido.

Y es que si no puedo ser eterno
al menos experimentar el infinito
en el efímero y fugaz instante que me consumo intensamente ardiendo.

Quizás así experimente la felicidad y deje de padecer este sufrimiento.

Y es que mi libertad es una constante lucha contra el tiempo.

Frente a una nueva ventana

Solo entre los límites de los paralelismos puede encontrarse la sutileza de la noche de los tiempos, locos certeros intentando crear monotemáticos monográficos acordes a los tiempos que vivimos como si fuese posible comprender el camino de nuestro destino mientras suenan los sintetizadores de la música electrónica que nos transporta a las abrasivas arenas del desierto. ¿Estamos en lo cierto? Autómata escritura que se lleva el viento al tiempo que los dedos teclean frenéticamente sin perder ni un momento al escuchar el retumbar de los sentimientos en la música que tenemos. Somos locos inciertos, pero escribimos vibrando por dentro. Llévame a donde los sueños no se consuman como hemos hecho.
Se termina el verano y se desgrana
mientras desfibro palabras sentado frente a una ventana de un cuarto piso.

Creo que es el primer poema que escribo en la noche en este nuevo lugar en el que nos hemos mudado para habitar la eternidad del presente.

Y es que tengo poemas frente a muchas ventanas:
En mi casa,
en el piso de Finisterre en Coruña,
en Monte Alto,

en Caldas,
en Santiago,
en Lisboa,

en Le Mans,
en Ramón Nieto
y ahora frente a este nuevo espacio al que nos hemos mudado hace escaso tiempo.

Todo lugares
con sus esencias
que transportar en poemas
mientras experimento el paso lento de los relojes que se consumen sin nosotros saberlo.



Y ya la música se acaba
y con el estas palabras
envueltas en el azul de I´m blue.

Apago la mirada
y cierro la pantalla.

Ya otro día será mañana.