áspero, agrio, revuelto,
está como un vaso de alcohol después del tercero,
como un beso mal dado,
como una despedida a las prisas,
como el sexo sin importarnos quienes seremos.
El cielo está roto desde dentro
y nosotros
en este mundo incierto,
lo observamos
y tristes seguimos caminando
arrastrando los pies
y en los bolsillos las manos.
El cielo arde
pero el reloj no se apaga nunca.
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