Me gusta despedir el verano a la orilla del mar del Morrazo, frente a la Ría que se mece en la tranquilidad y la libertad.
Me gusta despedir este verano de luchas con la hoz en la mano para construir un ocio y tiempo libre transformador, plantando semillas que florecerán en las grandes alamedas con un clavel en la mano, divertirme en mi trabajo como un niño pequeño más jugando en un tobogán, y llorar y reír y abrazar mi vulnerabilidad en las despedidas.
Me gusta despedir este verano con aroma a salitre, con Zoo en la retina, con los viajes en la mirada sin dejar de crecer y aprender, los campamentos a mis espaldas, los campos de voluntariado en el alma y agarrada a mi mano Lura con dos nutrias llevadas por la corriente de la vida.
Me gusta despedir el verano, como un ritual poético que nunca termina.
Siempre a orillas del Atlántico, soñando en el suave vaivén de la Ría.
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