Siempre escuché hablar de los amores de verano.
Pero los amores de otoño... Los amores de otoño, con palabras llanas, son otro rollo. Amores que revolotean, de idas y venidas, de no tener las cosas claras, pero de puro fuego ardiendo, supongo que para quitarnos el frío. Los amores de otoño, si tengo que resumirlos, serían así, como llamas de incendio que lo arrasan todo a su paso con la única intención de sobrevivir con ellos al duro invierno.
No ocurren. No suele ocurrir. Se quedan ahí, en hibernación, después de la frenética pasión. Y rara vez llegan a más allá. Pero se recuerdan, vaya si se recuerdan,
porque si has tenido un amor de otoño
ya jamás lo podrás olvidar.
No sin quemarte
como se quemaban los cuerpos
y los corazones
cuando eráis puro fuego.
Y es que las brasas, por mucho que parezca que están apagadas,
siempre seguirán ardiendo.
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