martes, 14 de marzo de 2017

El vals de todos los instantes junto a la pequeña Amelie

Posa la noche
las gotas de rocío como lágrimas estrelladas que brillan en su suave descender desde el cielo como un sencillo plano nadir.

Sorprende el viento,
acicalando nuestras mejillas que se sonrojan con la suave caricia de nuestras miradas,
y nos tiemblan las piernas
en cada ligero escalofrío que nos estremece y eriza todos los poros de la espalda y los brazos.

Sonríe el mar
al vernos brillar en un improvisado baile a orillas del horizonte,
sacándole los colores al firmamento mientras un punto de fuga nos ilumina como una acuarela impresionista francesa susurrada con la dulzura de la fala de la resistencia.

Abraza el silencio
como un piano que repiquetea con el latir de nuestros pechos,
y tintilea la vida
como pequeñas estrellas que nos guían en el viaje de los sueños que se entretejen con la gracilidad con que se deslizan los hilos de azúcar en una nebulosa de algodón rosa.

Arrullan los corazones
el vaivén de nuestros labios,
dibujando cálidas estelas de magia que flotan alrededor de nuestras almas
mientras las baldosas lusitanas nos guían entre acantilados en los que perdernos y rincones arenosos que hacer nuestros.


Nos cuida la brisa,
    y en nuestro caminar                                             
construimos felicidad con nuestras sonrisas.

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