domingo, 20 de mayo de 2018

Hay rincones que permanecen intactos, por siempre jamás

Estoy frente a esta ventana de Monte Alto. De nuevo. Después de tanto tiempo.

La brisa trae sabor a salitre. Las gaviotas chillan despidiéndose del sol hasta el día siguiente. La luz se esconde poco a poco por los rincones. Y los olores de esta casa y esta ciudad siguen en su sitio.

Todo está exactamente
como si después de tanto tiempo el mundo exterior no hubiese hecho más que girar, pero el interior,
este microcosmos,
se perpetuase creando un refugio al que asistir cuando todo se derrumba.

Me siento bien, me siento calmadamente bien. Me sumerjo en una sensación de bienestar y paz interior. Un mar de quietud en el que puedo dejarme mecer durante horas y horas como si todo siguiese igual. Aunque nada esté igual
y mi mente insista una y otra vez en que no me autoengañe, que deje de sentirme bien
porque nada está bien,
que deje de sentir como si todo fuese igual
porque nada está igual.

Y mi mente y mi corazón discuten. Uno se retrotrae a hace meses, cuando estaba en esta casa y todo estaba en orden y todo estaba en su sitio correcto y nada había cambiado. La otra me susurra continuamente que ya no estoy hace meses, que estoy en mayo, de 2018, y todo es diferente, que esta casa está vacía, y que yo ya no vivo aquí, que mi mundo se ha ido por la borda y ahora solo puedo reconstruir uno nuevo y tirar pa´lante como buenamente pueda.

Estoy frente a esta ventana de Monte Alto.

Fuente de inspiración, trampa de fantasmas, recoveco de demonios, cáliz de eternidad.

Estoy frente a esta ventana de Monte Alto
y todo se antoja tan remotamente idéntico
que sisea una especie de resorte en mi mente que intenta dar la voz de alarma
para que mi alma no se deje atrapar por el tiempo,

como si jugar al futuro y al pasado no fuese otra cosa que sentarse en el presente
sin caminar en ninguna dirección,

cuando solo es síntoma de apatía y miedo,
a partes iguales.

Estoy aquí. De nuevo. En el teclado. Aporreando letras, 
sin ton ni son, 
sen son nin ton
como un volátil lienzo con el que delinear sueños, esperanzas, miedos y recuerdos.

Estoy aquí, de nuevo, y los olores revolotean por todos lados,
y yo,
para bien o para mal,
me siento irremediablemente bien
desbordando por todas mis venas esa especie de paz idescriptible que sientes
cuando vuelves a casa después de mucho
mucho
mucho
tiempo,
y eso
para bien o para mal
es lo que yo ahora mismo siento.

Porque estoy
aquí
de nuevo:
Estoy frente a esta ventana de Monte Alto. De nuevo. Después de tanto tiempo.

Y paz
y libertad
es lo que siento.

1 comentario:

  1. La descripción de un lugar, principio y fin, del que todos poseemos. Que al final lo que más nos otorga es paz. Extraordinario desenlace. Me suscribo. (Vergonzosamente te invito a mi blog)

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