Si tout pouvait s'arrêter là
quand je suis cerné.
Indochine
Un lunes de tempestad,
vorágine de fantasmas inundan la ciudad
y en el cuarto las cuatro paredes me comienzan a asfixiar,
no hay salida si no es en el más allá,
me asomo a la ventana
y solo veo un inmenso vacío con el que terminar.
Martes ardiente,
miles de muertes reverberan en la eternidad,
solo podré hallar paz cuando logre terminar
con todo
poco a poco y con prisa,
antes de que mi mente reviente
en mil pedazos dementes que huyen si el silencio viene.
El miércoles de la mitad
de la semana,
y vaya que no,
ya no queda motivos para la razón,
para no escapar
de mil demonios que en la madrugada me sostienen,
me conmueven,
y me repelen.
Jueves que no es santo
porque no soy más que un fracaso
a pesar de que me solapo la mirada resquebrajada
con las pesadillas que me remueven
por dentro y miento
si digo que no tengo miedo al futuro,
y el pasado me ha destrozado las manos
que arden en llamas supurando en medio de un tornado
olvidado.
El viernes del siglo XIII más uno,
hogueras de san juan
hacen caer nuestro temple ante el dolor
y no hay perdón condenado al paredón de mis sueños,
el infierno se ha abierto
y no hay forma de cerrarlo,
solo con un sacrificio incierto
y tres pruebas que acabarán con cientos de ángeles cayendo.
Sábado para descansar
de una semana terminal,
solo quiero vacaciones para triunfar
tras tantas caídas que ya no dan para más
que relatarlas en decenas de poesías destinadas a parafrasear
toda una vida
desistida y diseñada para abandonar.
Un domingo que pauta el desenlace final
de todo un enclave de fronteras que cruzar
y en el horizonte solo puedo encontrar
miles de oportunidades que dejar pasar
por ver si así soy capaz
de lograr saltar al precipitado vacío que no deja de esperar.
6, 7, 8, 9, 8, 7, 6
Y una semana para entrever
que no hay nunca nada por hacer
más que intentar ser
entre tan poco resentimiento por perecer.
De una vez y para siempre.
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