La vida se desdibuja en una rielante luna que se refugia sobre la superficie de la laguna estigia de mis sueños. La noche baña mi tez arremolinándose en estelas de límpidas caricias que arrancan suspiros de mi existencia. El alma dichosa expláyase en estelas de luz cercana a la gloria, cual vidrieras irreales que perfilan bóvedas celestes en los dinteles que son tus luminosos ojos danzantes de fuegos fatuos sobre las ondulantes aguas cristalinas.
El mundo es una suerte de irrealidad a merced de las fantasías. Cuentos sin nombre ni memoria. Leyendas de callejuelas medievales que reconfortan las ánimas perdidas en algún rincón del tiempo.
Los pasos resuenan en la soledad del pasado, distantes en el eco del olvido que reverbera en el presente de sus paredes de piedra. Historias de siglos atrás. Refugio de cantares abandonados por sus propios habitantes.
El cielo se esconde tras un manto de nubes que se afanan por abrazar apasionadamente a la luna, mientras esta se escabulle perfilando con su resplandeciente halo nocturno las siluetas que habitan las sombras.
El mundo se ríe de las estrellas y germinan hojas fosforescentes en tus ojos verdes de libertad.
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