martes, 24 de septiembre de 2019

Las cenizas de la vida se consumen sin lograr respuestas a las preguntas que nunca nos atrevimos a hacer

Despunta el alba entre los rincones de los versos
y los folios en blanco destintan sus letras buscando rincones nunca hallados
callados, como soldaditos de plomo que caminan firmes,
comprendemos que los senderos nos llevan más allá de donde nunca creímos poder llegar.

Y qué más da todo cuando la espiral te precipita a ninguna parte,
sonreímos porque es lo que queda cuando todo se inunda de tristeza,
solos,
estamos solos,
y no queda otra que asumir el dolor que nos atenaza el corazón y aprender a soportarlo,
extraer sus enseñanzas
y seguir caminando
porque las ausencias nunca se van,
pero las heridas dejarán de arder algún día,
será entonces cuando podamos resistir a todo lo que nos arrebate la vida.

Porque nos lo arrebatará todo,
ten claro que nos arrebatará todo.

Nos tatuamos la piel para recordarnos promesas
que de otro modo creemos ser incapaces de cumplir,
chillé a la libertad que siempre la buscaría
y a veces me perdí a mí mismo en este laberinto;
no es culpa de nadie,
es cosa del dolor,
pero hay que lograr sobreponerse
y seguir,
seguir porque no queda otra,
seguir porque no te puedes quedar ahí tirado en un hoyo mientras el mundo arde
y el espectador es otro al otro lado del espejo roto en mil añicos
que se clavan en las palmas de la mano.

Cuidado con los sueños,
cortan,
como cristales,
empapados de sangre,
cortan.

Solo en las derrotas logramos encontrarnos a nosotros mismos.

La caída tiene esa pureza del sufrimiento primigenio,
te desnuda completamente ante el reflejo
y solo hay oscuridad al otro lado,
revelándote todo lo que has perdido con los años,
revelándote todo lo que jamás volverá,
pero no vale la pena llorar,
solo seguir,
no vale la pena llorar.

La tristeza es un canto a la alegría,
la felicidad es una llamada al dolor,
la muerte es una constante de la existencia,
y seguir es lo que queda,
créeme cuando te digo que seguir es lo único que nos queda.

Soñamos para llegar a alguna parte
y con esas fantasías nos cortamos
una y otra vez
hasta desangrar nuestras pesadillas
y llorar por ver más allá de tanto humo,
por ver más allá de tanta vida,
por comprender que en la caída reside la razón de esta existencia de sinsabores.

Cierra la puerta a todo aquello de lo que quieras huir, hazlo si te sienta bien,
pero ten claro que jamás podrás escapar de quien eres,
jamás podrás huir más rápido que los incendios que has dejado tras de ti.

Solo somos ruinas de un mundo que se derrumba a nuestro paso,
civilizaciones más grandes han caído,
no va a caer entonces nuestro pequeño mundo que nos hemos creado
entre estas cuatro paredes agrietadas a las que llamamos hogar.

El precipicio se abre ante nuestros pies,
como sombras que persiguen nuestros pasos,
como desastres que quedan donde alguna vez pisamos,
como silenciosos esqueletos de olvido que se levantan allá donde una vez amamos volar.

La derrota tiene ese regusto a victoria,
pero es caída,
a fin de cuentas,
y creer lo contrario es engañarnos.

Sueña porque no queda otra,
pero no creas que llegarás a alguna parte con esos retazos de vida
que creíste alcanzar.

Sigue porque no queda otra,
pero ya solo quedan pedazos de escombros que se deshacen entre las manos,
como relojes de arena
que desaparecen entre los rincones de alma que es este desierto nuestro.

Sigue,
porque hay que seguir.

Pero no trates de hacer otra cosa por el camino que no sea simplemente seguir.

Sigue, sigue, sigue, así...

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