Tantas veces que pronunciamos esa palabra como un slogan,
la pintamos en paredes y letras de canciones,
en tweets y fotos de instagram,
y tantas veces que nos afanamos por repetirla,
por ver si así nos la aprendemos de memoria
y tan pocas veces
sabemos realmente lo que significa,
tan pocas veces
logramos que sean ciertas.
Te quiero libre, amor.
En la noche y en el día,
en los golpes y en las caídas,
en las victorias y las alegrías,
en lo espontáneo y en la rutina,
en la cama y tras la barra del bar desde la que me miras,
en la pantalla y tras las palabras de cansancio de currar toda la vida.
Te quiero libre, amor.
En el desconcierto y en la empatía,
en las conversaciones hasta las dos de la mañana
y en los besos de buenos días,
en la necesidad de conocernos
y en los mapas que trazamos para explorarnos,
cuando nos odiamos a nosotros mismos
y cuando aprendemos a amarnos,
cuando nos derriban las esquinas de esta inercia
y cuando como el primer encuentro nos devoramos,
cuando tropezamos y retrocedemos por miedo
y cuando nos aferramos a la mano del otro para salvarnos.
Te quiero libre, amor.
En los aciertos y en los errores,
en los dormitorios y en la soledad de los corredores,
en los viajes eternos y en las noches en las que apenas nos vemos,
en los sueños y en las pesadillas,
en los planes de futuro y en los recuerdos del pasado,
en los caminos que trazamos y los que solo supimos esbozarnos,
en todo lo bueno y en todo lo malo,
en la risa, en la risa, en la risa,
en la poesía.
Te quiero libre, amor.
En todos y cada uno de mis días.
Te quiero libre, amor.
En todos los años que componen esta partida.
Te quiero libre, amor.
En la vida, en la muerte, en el dolor y en ese abrazo en que todo se detiene.
Te quiero libre, amor.
Porque no sé bien lo qué es y lo que viene,
pero sé que quiero descubrirlo sea donde fuere que la vida nos lleve.
Te quiero libre, amor.
Siempre. Siempre. Siempre.
Como en todos los atardeceres en que volamos hasta donde el viento nos lleve.
No hay comentarios:
Publicar un comentario