martes, 7 de enero de 2020

Ganamos

Ni nos doblegaron, ni nos vencieron.



Ni nos doblegaron, ni nos vencieron. Porque más de 80 años de silencio no es suficiente para callarnos. Y que aunque lo gritásemos bien bajo y en silencio, seguíamos llorando nuestras heridas y destilando odio hacia quienes nos hicieron eso. Que escupimos al pasar a los que siempre nos pisaron, sin saber que nuestro orgullo es más fuerte que cualquier castigo. Que no nos rendimos. Que nos mantuvimos firmes, que nos mantuvimos vivos por todos los muertos, por todos los desaparecidos; por todo el olvido que nos obligaron a tragar en miles de celdas de este país de oscuro castigo.

Pero que hoy nos levantamos, y avanzamos y no nos rendimos. Porque abrimos camino, los hijos, los nietos, los descendientes de los que fuimos. Que somos clase y somos pueblo y somos sueños y somos victoria y nada nos para, y nada nos detiene y nada nos volverá a hundir en esa derrota que nos grabaron a fuego en la piel.


* * *


Camina con el paso cuidadoso de las vidas que se escurren entre los dedos y el mundo entre los ríos de olvido. Que a pesar de todo lo vivido, sigue en pie, sin haberse rendido. Yo lo sé y ella lo sabe. Que como una imagen difusa yo me acerco a ella y le sonrío, la abrazo y le digo que lo conseguimos, que hemos vencido, que no nos hemos rendido. Como ella siempre nos ha enseñado. A seguir.

Yo la abrazo y le digo, que habrá justicia, que habrá memoria, que habrá recuerdos que no olvidar nunca y grabar en la piel, en la poesía, en el cielo, en el mundo. Que no dejaremos que este país se vuelva a callar, que no dejaremos que esta vida se vuelva a silenciar.

Yo la abrazo y ella sonríe. Con esa mirada de niña sonriente. Sonríe. Como siempre. Y sigue caminando por el pasillo.

Por nosotros. Por ellos.


* * *


Cuando el tiempo está difuso y yo me dejo inundar por las lágrimas, me imagino encuentros así, en un pasado irreal que hacer más etéreo y firme que cualquier recuerdo que resucitar, con los dedos. Porque el tiempo es nuestro mayor aliado y la memoria se afianza y se endurece a medida que pasa. Y nosotros, sueños, somos tan reales como cualquier vida que se pueda plasmar en papel.

Cuando pasa eso, yo me dejo llevar por el tiempo y por el recuerdo, agarro el lápiz y el papel, y me dejo escapar entre los rincones de los versos, los abrazos y los besos
de buenas noches
en un quinto piso
con Monte Alto en el pecho.

Y ella sonríe.
Como siempre.
Sonríe hasta iluminar el cielo.

Y yo le digo que lo conseguimos. Que nuestros sueños vencieron. Por fin.


Gracias por todo.

Gracias por seguir.

Gracias por hacerme feliz.

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