miércoles, 22 de enero de 2020

Que inevitable es la fugacidad del presente

Yo que aún le tengo miedo al tiempo
y no puedo ni pensar en perderlo.
Novis



Giramos las agujas del reloj hacia atrás
por recuperar el tiempo que ya no tenemos,
el destino es un camino sinuoso del que resulta imposible huir
y así,
sin saberlo muy bien,
caminamos, porque somos conscientes
de que otra cosa no podríamos hacer.

Retrasamos todo lo posible el arrancar las hojas del calendario
como pobres dementes que tratan de luchar contra lo inevitable,
y en esta vorágine devoradora de la arena
hundimos los dedos hasta lo más hondo del ser
por tratar de comprender
qué es lo que luego nos queda
de todo lo que un día fuimos.

Nos aferramos a fotografías del ayer
para resucitar sonrisas muertas,
para soñar vidas alternativas,
para dibujar futuros imposibles,
y ante todo eso
no podemos hacer otra cosa
que asumir lo que tenemos
y contentarnos con eso
tratando de definirnos con la palabra feliz.

Cargamos la mochila con ilusiones, fantasías, desvelos,
y al final,
a mayores,
llevamos junto a ello también nuestros fantasmas,
nuestros demonios,
nuestros miedos,
la más triste e irrefutable certeza
de que nunca seremos quienes queríamos ser
y tenemos que conformarnos...
conformarnos con lo que tenemos;
porque ¿qué otra cosa podríamos hacer?

*
*
*

Yo
que aún le tengo miedo al tiempo
y no puedo ni pensar en perderlo,
a veces me ahogo entre sus afilados filamentos
y las heridas que me abro
las desangro
a través de tan inestables versos,

por ver si así
me atrevo
a enfrentarme ello
con los ojos cerrados
y la sangre en un mundo tatuándome el cuerpo.

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