jueves, 16 de enero de 2020

Hay que saber buscar las razones

Estoy tecleando las letras al son de la música electrónica, sin saber muy bien qué pinto aquí a estas horas de la madrugada cuando no sé ni qué hacer con mi vida. Apuro el cigarro mientras el humo se escapa por la ventana. Sopla viento. Fuerte. De este que hace que te coja el frío pronto, y resulta incluso, en ocasiones, desagradable. Pero bueno, es lo que hay. Me digo mientras miro a través del reflejo sucio que el cristal me devuelve de mí mismo. 

Aquí estoy. Tecleando, a las tantas de la madrugada. Mientras escucho a Basshunter a todo volumen en los cascos y dejo que la música me retrotraiga hacia una época en que probablemente, a veces, todo fuese mucho mejor. No lo sé. Eso quiero creer. Y mientras tanto suspiro exhalando el humo del cigarro, al tiempo que la noche se pierde por los rincones de esta ciudad en la que no escucho el mar, por mucho que me esfuerce en intentarlo. Las ventanas no baten con el viento, y el frío no me atenaza la piel. Y aún así, a pesar de todo eso, algo me desgarra por dentro, incapaz de poner rumbo a una vida que se me escapa entre los dedos ante las miles de decisiones que toman otros por mí, sin ser capaz de ser yo quien fije el rumbo, sin ser capaz de ser yo quien decida hacia dónde ir. Solo dejarme llevar. Porque así es más fácil. Y en realidad nadie quiera que sea yo mismo quien decida lo que yo quiero. Así que... ¿para qué?

Una vez, hace ya más de 7 años atrás, escribí que era el comienzo de una etapa, como un capitán de barco escogiendo su propio destino ante un mar de aventuras que se abría ante sí, consciente de que era libre de elegir lo que quisiera. Era un texto bonito. Está perdido por algún rincón oculto de este blog, quizás algún día vea la luz, no lo creo. Bueno, la cuestión era esa, yo escribía, y en la foto que puse salía Luffy señalando el horizonte. Feliz. Sonriendo. Así me sentía.

Me he sentido muchas veces así.

Pero ya no.

Me siento atrapado. Ahogado. Asfixiado.

Incapaz de elegir nada por mi mismo y sin las oportunidades para poder lanzarme al vacío por propia voluntad.

Y así. Poco a poco. Me quedo sin aire. Hasta que ya no pueda más. Y decida encerrarme. Para dejar de sufrir. Total... ¿para qué?

Para nada. Esa es la cuestión. Para una absurda nada en la que no hay nada más que Nada. Absolutamente nada.


*   *   *


Escribo. Aporreando el teclado. Tratando de coger una bocanada de aire
entre el humo del cigarro
que se escapa por la ventana
a las tantas de la madrugada,
mientras asoma en mi rostro
una sonrisa de medio lado
melancólica,
triste,
de esas que pones
cuando no sabes qué decir...


Miro al fondo de mis recuerdos,
y ahí, no sé por qué,
me viene la mirada a un vaso de vino
perdida en un bar cualquiera con billar,
eso es importante,
no importa el motivo,
pero sirve para darle un toque de realismo a la historia,
y queda bien,
¿para qué mentir?

Pues eso.
Una noche cualquiera.
En un bar cualquiera.
Con un billar cualquiera.
Y yo mirando el fondo de un vaso de vino,
que yo no bebo nunca vino,
pero ese día sí,
vete tú a saber por qué.

Miraba el vino,
y les miraba sonreír,
y ahí todo valía la pena,
y Alicia me miraba
y me decía que qué me parecía,
y yo sonreía
y reía
y le decía que me parecía bien,
que estaba bien,
y era verdad,
durante esos instantes,
allí,
con ellos,
todo estaba bien.
Y la música sonaba,
el alcohol me subía,
y yo estaba bien.
Muy bien.

No sé por qué.
Pero con frecuencia me viene ese instante a la cabeza.
No es que sea nada del otro mundo,
quizás eso sea todo,
que no era nada del otro mundo,
solo un instante breve,
fugaz,
precioso,
en el que todo estaba en su sitio,
como cuando estoy con ellos.

Y ahí,
yo sonreía.


*   *   *


El viento sopla mientras la noche desteje su manto de estrellas por toda la bóveda oscura y pastosa que es la noche de niebla espesa en la que el viento se cuela por la rendija de la ventana, mientras el humo todo lo empaña y la luna se regodea en su relente de madrugada. Yo escucho a Basshunter, con sus ritmos electrónicos de house y me dejo llevar frente al teclado. Sonrío mientras miro la pantalla. En cierto modo, si hiciera frío en la piel atenazante, el mar se escuchase, y estuviese en Monte Alto, me sentiría como si me encontrase en un quinto piso escribiendo en 2015. Escribía siempre con esta música de fondo por aquella época. La otra gran diferencia es que no me sentía en ese momento tan perdido como ahora. Y todo parecía mucho más hermoso. Aunque fuese simplemente por eso.

Ahora camino. Solo. Perdido. Y desorientado.
Dando pasos en falso.
Palos de ciego.
Gritos sordos al cielo.
Y golpes agridulces de una vida que solo nos deja un manojo de sinsabores
de los que resulta, en demasiadas ocasiones,
imposible escapar.

Y eso hago.
Caminar.
Mientras me fumo este cigarro de demonios, imágenes y metáforas
a las tantas de la madrugada,
frente a una pantalla,
mientras las notas electrónicas
me guían a través de las palabras
para desahogar
las ganas
de saltar desde la torre del reloj,
igual que cuando desaparece el sol,
en el horizonte de la vida.

Y eso hago.
Caminar
buscando la salida
que me lleve una y otra vez
a la próxima casilla
en la que ganar definitivamente
la partida con una sonrisa
de estas que sean libertad,

de estas que sean vida.








I will never be afraid again
I will keep on fighting ´til the end.
Basshunter

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