En cada surco de tu espalda
dibujé caricias con sabor a cielo
alineando los planetas
y esparciendo todo su polvo a besos.
En cada brillo de tu mirada
recogí palabras con olor a sueños
jugando a las cosquillas
y componiendo fotos de reencuentros.
Por sexo,
o quizás por ganas de eso,
de bajarte el firmamento,
destejí las redes de los sentimientos
y te robé la luna
aun sabiendo que desequilibraba los suelos,
que alteraba los vientos,
que desestabilizaba las mareas y los universos,
y a pesar de ello,
o quizás por esto,
por ligar nuestros senderos,
no dudé ni por un momento en hacer de la existencia un poema que fuese nuestro.
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