domingo, 30 de abril de 2017

Katagena

La tristeza y la melancolía se confunden con los sueños,
     conjugando una danzante canción que cala en los huesos,
     que ilumina los deseos,
     que acaricia el tacto de los dedos;
como un verso que se pierde por el tiempo,
sin saber muy bien si viene,
si va,
o si no tiene dueño;
siento que todos nuestros besos se escaparon sin jugar,
sin aprender a dibujar,
sin saber muy bien como transmitir voluntad,
creo,
y solo creo,
que por más que veo
solo camino por este sendero,
con las esperanzas al hombro,
el futuro por sombrero,
y la mochila cargada de recuerdos.

Aquí me encuentro,
como un idiota que escupe lo que tiene dentro,
con lo que tus textos me revuelven,
y yo,
ya despierto,
solo espero seguir viajando certero,
sin ser ajeno a todo lo bello que encuentro,
a todos los cementerios,
a todos los silencios,
a todas las noches de enero con las que conté encontrarte lejos;

mientras tanto voy recorriendo
todos los caminos con que Saez me invitó a hacerlo:
respirarte en cada rincón,
                             como si fuese nuestro.


Aun tengo,
un puñado de recuerdos dispuestos,
-como dardos de veneno-,
a dispararse en forma de versos,
sobretodo cuando te sienta hablarme entre el viento.

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